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por los estudiantes, quienes son considerados como tabula
rasa, prestos a ser ‘llenados’ de contenido. A partir de esto,
se establece que es posible que todos los estudiantes
den cuenta de los mismos objetivos una vez concluida
su educación. Por ello, las evaluaciones se traducen en
conductas específicas para objetivos determinados y fijos, y
se controlan por medio de instrumentos objetivos.
  Entonces, mientras el estudiante es visto como un
sujeto que debe acumular conocimientos e información;
el profesor es el responsable de instruir a los estudiantes
de los objetivos preestablecidos. Su deber será encontrar
la estimulación correcta para una respuesta esperada. En
otros términos, el profesor es el transmisor y el estudiante
un receptor pasivo que reacciona ante distintos estímulos y,
por ende, el proceso de enseñanza será capaz de modificar
la conducta del dicente.
5.2.Los roles de la educación auténtica
  Mientras desde la perspectiva del conductismo el
profesor debe entregar una “acumulación de conocimientos
desprovistos de significados; y [con un] sesgo en la elección
de las preguntas de los exámenes [estandarizados]”
30
, en
la evaluación auténtica lo que importa es la significación
de los aprendizajes, saber contextualizarlos y, sobre todo,
que sea el estudiante quien los construye y moldea según
sus habilidades y propósitos. En este sentido, podemos
asimilar este tipo de evaluación con una propuesta teórica
constructivista, en la medida que le interesa no un estándar
preestablecido, sino, principalmente, un proceso de reflexión
autoreguladora del aprendizaje.
  Una perspectiva constructivista de la evaluación
apunta a “un estudiante como protagonista fundamental del
30.Trillo, F. (2005), Op. Cit., p. 6.
aprendizaje, pero también de su autorregulación; mientras
que el profesor se sitúa bajo el carácter fundamental de
la ayuda, del seguimiento y la orientación constante de
las acciones de sus estudiantes”
31
. En consecuencia, la
evaluación pretende la obtención de múltiples evidencias,
permitiendo la toma de decisiones para la mejora del
aprendizaje y la enseñanza del desarrollo de competencias
de autorregulación, pero siempre bajo la premisa que es el
estudiante quien debe construir los aprendizajes propios,
con el propósito de que se transformen en aprendizajes
estables a lo largo del tiempo.
  De modo que, desde esta perspectiva, parece inútil
establecer una serie de objetivos por cumplir; no obstante, sí
parece razonable la construcción de una serie de objetivos
mínimos desde los cuales partir. Por tanto, el proceso de
enseñanza se basa en la presentación de problemas que
los estudiantes deberán resolver por distintas vías, las que
dan evidencias de su aprendizaje como proceso más que
como resultado.
  En suma, el profesor está en la ‘obligación’ de ser
un agente acompañante y facilitador de una reflexión
conducente al autoregulamiento del aprendizaje, con el
propósito de promover en el estudiante un papel activo
dentro de su propio proceso de enseñanza y de aprendizaje.
Así, se desecha una visión acumulativa de los conocimientos,
otorgándoles una cuota de significación de amplia relatividad
y eliminando el sesgo en los contenidos con dirección a las
preguntas de los exámenes.
6.¿Es posible afirmar que existe un método
evaluativo mejor que otro?
Ante todo, es preciso destacar que no existen
31.Arriaza, R. (2009), Op. Cit., p. 13.
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