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populares serían “sumados” al proceso de masificación sin
ninguna consideración.
  Con todo, hacia fines de la década del 1960 se percibe
una caída en las expectativas y un ánimo de desilusión
respecto del grado de logro de las metas trazadas al
iniciarse la reforma. Del mismo modo, nuevos ímpetus
venían a sumarse al derrotero reformista chileno, deseos y
aspiraciones que pretendían desprenderse de las amarras
y del tranco que le imponía el modelo desarrollista de la
Democracia Cristiana. Estos nuevos ímpetus, por cierto, no
sólo tuvieron expresión en las demandas directas hacia el
sistema escolar, sino también en la forma en que sectores
sociales específicos buscaron solución rápida y efectiva a
sus necesidades en el plano de la educación, de la vivienda,
de la salud, etc. Lejos de superarse, la crisis se acentúa.
Especialmente en la ciudad de Santiago – de la que nos
ocuparemos aquí – serán necesarias muchas escuelas más.
La crisis que implica la masificación de la escuela tendrá
repercusiones no sólo al interior del espacio escolar, sino
también en la propia ciudad que posibilita la existencia de
comunidades movilizadas tras derechos sociales que ya no
pueden esperar más.
3.El espacio urbano, la vivienda y la escuela de
masas en los ‘70
Al observar la ciudad de Santiago a lo largo de
la década de los ’60 se ve el rostro de una metrópolis que
no consigue dar con la solución a los graves problemas
asociados al acceso a la vivienda, el mejoramiento de los
servicios básicos y la distribución del equipamiento urbano.
Según se ha señalado, estas áreas deficitarias no habían
alcanzado un desarrollado armónico con la expansión de la
ciudad, lo que se hacía patente al observar, por ejemplo, los
“cinturones de miseria” que rodeaban sus costados en casi
todos los sentidos. Aun más, según señala el historiador A.
de Ramón, “el proceso de convergencia hacia la comuna
central no sólo subsistía, sino que en muchos casos se
había agravado”
9
.
  En relación al problema urbano, el actuar de las
autoridades desde el poder central se ha caracterizado,
hasta ese entonces, más bien, por la indolencia y la lentitud.
Es el caso específico de la construcción de viviendas,
donde la diferencia que se producía entre demanda social
y respuesta del Estado adquiría enormes dimensiones.
Las transformaciones de la sociedad urbana santiaguina
y la aparición de nuevas y masivas demandas sociales
(más viviendas, más escuelas, más consultorios) fueron
adhiriéndose al edificio estatal como una sombra de la
que le sería imposible escapar. Todas estas condiciones
de salud pública, déficit habitacional, precariedad en el
equipamiento urbano, condiciones sociales desmedradas,
unidas al inagotable deseo que movía a miles de personas
hacia la ciudad capital, se convertirían en lo que algunos
autores llamaron “el caldo de cultivo para derivar hacia las
ocupaciones ilegales de terrenos”
10
.
  El proceso de tomas de terreno había tenido un
reimpulso entre los años 1953 y 1963, pero se detuvo
un año más tarde producto de las expectativas creadas
por el gobierno de la Democracia Cristiana. Sin embargo,
el movimiento de pobladores vuelve con más intensidad a
fines de la década de 1960, “cuando se hizo evidente el
fracaso de la “Revolución en libertad” propiciada por aquel
partido”
11
.
9.De Ramón, A. (2007), Santiago de Chile.
Historia de una sociedad Urbana,
Catalonia, Santiago, p. 232.
10.Ibíd., p. 245.
11.De Ramón, A. (2007), Op. Cit., p. 246.
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