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conocimientos
13
. Es precisamente a este uso deliberado
e intencionado de los propios conocimientos a lo que se
denomina
estrategias de aprendizaje
, definidas como
“secuencias integradas de procedimientos o actividades
que se eligen con el propósito deliberado de facilitar
la adquisición, almacenamiento y la utilización de la
información”
14
.
  Así mismo, la actividad metacognitiva aparece como
relevante en este sentido, tomando en cuenta sus dos
grandes áreas, definidas por Pozo, Monereo y Castelló
15
;
el conocimiento metacognitivo permite desarrollar un
saber cada vez más consistente en relación a nuestras
propias competencias y limitaciones. La construcción de
una especie de autobiografía cognitiva y el sentido que
adopte este autoconcepto determina en gran medida el
grado de motivación con que el alumno afronta una tarea
o un problema y, por otro lado, la regulación metacognitiva
permite al alumno supervisar o regular las operaciones
mentales que realiza cuando aprende un contenido o
resuelve un problema.
  Igualmente, Pozo, Monereo y Castelló
16
reconocen
cuatro dimensiones que favorecen el uso estratégico del
conocimiento y que a menudo van interrelacionadas:
1.Las metas del aprendizaje: deberían ser profundas, de
manera que activen el uso de procedimientos y estén
más dirigidas a la comprensión de nuevos significados o
a la reconstrucción de conocimientos previos.
13.Pozo, J. I., Monereo, C. y Castelló, M. (2008), “El uso estratégico del
conocimiento”, en Palacios, J. y Marchesi, A. (eds.), Desarrollo psicológico y
educación
, Editorial Alianza, Madrid.
14.Ibid.
15.Monereo, C. y Castelló, M. (1997),
Las Estrategias de Aprendizaje. Cómo
incorporarlas a la práctica educativa
, Editorial Edebé, Barcelona.
16.Pozo, J. I., Monereo, C. y Castelló, M. (2008), Op. Cit.
2.El grado de control y regulación: supone la conciencia
que precisa la tarea de aprendizaje. El uso estratégico
requiere de un control explícito del aprendizaje que
habitualmente requiere de una transferencia progresiva
del control desde el profesor al alumno. Esto supone
pues, la existencia de un profesor estratégico.
3.El nivel de incertidumbre de la tarea de aprendizaje:
a mayor novedad y cuanto menos rutinarias sean las
condiciones de una tarea, mayor será el acercamiento
estratégico que se requerirá.
4.La complejidad de la secuencia de acciones: mientras
más complejo sea un procedimiento, más probable
será que se requiera en su utilización de un control
estratégico.
  Pues bien, en el ámbito de la enseñanza estratégica
de la lengua y la literatura, no se trata sólo de escribir en
la escuela, sino de ser capaces de enseñar y aprender a
escribir de forma ajustada a las exigencias de diferentes
escenarios comunicativos. El cambio exige poner énfasis
en las características de la escritura, de modo que sean
conocidas por todos los estudiantes, además de diseñar
y propiciar situaciones en las que puedan apropiarse de
forma intencional, mediante la reflexión, de las herramientas
necesarias para regular su forma de escribir en distintos
contextos comunicativos. Es precisamente sobre estos
contextos que nos interesa también fijar la mirada, pues
nos parece relevante conocer cuán aplicables a estos
distintos contextos resultan ser los aprendizajes de los
estudiantes
17
.
  Siguiendo la misma línea, Ríos
18
nos recuerda que
17.Pozo, J. I., Monereo, C. y Castelló, M. (2008), Op. Cit.
18.Ríos, I. (2008), “Instrumentos para enseñar a leer y escribir”, en
Revista
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