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motivación para una mayor participación en el proceso
educativo, fomentando un estudio constante y personal, no
sólo para el examen final o la prueba sumativa. Perciben a
sus docentes de forma más cercana, que buscan su éxito,
que quieren ayudarles a corregir sus errores para finalmente
facilitarles el aprendizaje.
  Es cierto que nuestro sistema educativo actual necesita
de calificaciones (evaluación sumativa) y contempla, por
lo menos en el currículo escrito, la evaluación formativa.
Sin embargo, creemos que es necesario replantear la
importancia que le damos a una u otra. El especialista Pedro
Ahumada
8
, dentro de su propuesta de evaluación auténtica,
señala la evaluación formativa como un aspecto fundamental
a la hora de evaluar.
  Los beneficios de la evaluación formativa son evidentes
a la luz de lo anteriormente señalado. Pero, ¿es posible
la evaluación formativa en nuestro contexto educacional
chileno? Ciertamente, las políticas educativas, no sólo en
nuestro país, apuntan cada vez más a la estandarización. Sin
embargo, ¿concuerda esto con los reales fines que persigue
o debiese perseguir nuestra educación? Tal vez sea hora
de comenzar con cambios políticos educativos profundos,
que apunten realmente a estos fines que muchas veces se
reducen al currículum prescrito.
  Si bien es cierto que todos estos cambios profundos
requieren de tiempo, los y las docentes tenemos la
oportunidad de comenzar con pequeños cambios desde
nuestras propias aulas. Morales Vallejos nos entrega
algunas pautas de cómo evaluar formativamente a base
de preguntas orales a toda la clase, preguntas abiertas de
respuestas breves, entre otras. Dicho autor señala que no
necesariamente son los métodos e instrumentos habituales
8.Ahumada, P. (2001),
La evaluación en una concepción de aprendizaje
significativo
, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso.
de evaluación los que deberían cambiar, sino la filosofía
subyacente de la evaluación y los objetivos, el para qué
de su uso: “los alumnos debieran aprender a través de la
evaluación en vez de aprender para ser evaluados”
9
.
  Es sabido que la evaluación de los aprendizajes refleja,
explícitamente en algunos casos e implícitamente en otros,
un ejercicio de poder en el aula, cuya dirección va desde
el o la docente hacia los y las estudiantes. En tal sentido,
la heteroevaluación es el modo que más reconocemos
como práctica evaluativa en la sala de clases, pues la
responsabilidad del proceso y la administración de éste
recae exclusivamente en los profesores y profesoras. Si bien
con la realización de autoevaluaciones y coevaluaciones el
alumnado logra una mayor participación en este proceso,
todavía estas instancias provienen, en forma y fondo, de los
docentes.
  Esta situación debiera cuestionarnos acerca de la
participación real que tienen los y las estudiantes en la
evaluación de sus aprendizajes, más aún si consideramos
que el “Manual para la Buena Enseñanza” creado por el
MINEDUC
10
, hace referencia explícita a la intervención
estudiantil en la evaluación. Efectivamente, en el criterio
C.6, que dice relación con la evaluación y monitoreo de la
comprensión y apropiación de los contenidos por parte de
los y las estudiantes, el MINEDUC señala que es relevante
que el o la docente construya con ellos y ellas los criterios
de evaluación de sus trabajos, o que les comunique los que
utilizará, dirigiendo siempre la mirada hacia los aprendizajes
que espera lograr.
  Por lo leído y por lo visto, la participación escolar en
el proceso de evaluación de aprendizajes es más bien
9.Morales, P. (2009), Op. Cit.
10.Ministerio de Educación de Chile (MINEDUC) (2003),
Marco para la
Buena Enseñanza
, Santiago.
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