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los sentimientos y, por supuesto, de la corporalidad de
quienes deben convertirse en ciudadanos para pasar a
formar parte del proyecto republicano decimonónico.
  Esta foránea noción de sujeto racional, controlado y
civilizado es el sustento de un nuevo Chile, de lo que se
desprende que es también el producto ideal del proceso
educacional. Esta implementación del ideal social y de
un imaginario acorde a los objetivos fundantes de una
república moderna, deja a un lado prácticas y oficios
tradicionales y busca instaurar un orden social desplegado
por medio de una violencia simbólica, al legitimar ciertas
prácticas y posibilidades, criminalizando y marginando
otras. Al naturalizar los ideales de orden, de educación y
homologarlos con desarrollo y cultura se erige una idea
de sujeto cuya visibilidad está en estrecha relación con la
racionalidad, quedando todas las dimensiones tangibles
e intangibles que no correspondan a dicha idea como
desechadas y atrofiadas en la idea de ciudadano.
  Estas dimensiones a las cuales hacemos alusión son
principalmente la emocionalidad y lo corpóreo, ambas
partes constituyentes del sujeto, pero inservibles para el
proyecto nacional. Aquí afirmamos que la educación y su
desarrollo posibilitan la legitimación de un discurso oficial,
son facilitadores de la naturalización de un orden social;
es decir, las observamos como un gran dispositivo de
dominación. Según Araujo, este ideal social y normatividad
que se plantea, se entrecruza con la experiencia social y
da como resultado un sujeto en un contexto en particular
según Araujo
9
. En este caso, la implementación de ciertos
valores, ideas y nociones es la exclusión de otros y, más
aún, la negación hacia el cuerpo es parte importante de la
instauración de la violencia bajo estas ideas de desarrollo,
9.Araujo, K. (2009),
Usos y abusos en la vida cotidiana en Chile actual
, LOM,
Santiago. 2009.
progreso, cultura y educación. Así, la educación de
ciudadanos pasa por el ordenamiento de los cuerpos.
  Estas ansias y esfuerzos son reflejados en instancias
tanto estatales como privadas, al ser ambas partes miembros
de la élite decimonónica chilena. Por un lado, desde el
sector público, la preocupación estatal por la educación
como instancia formadora del proyecto nacional ya se deja
entrever desde la década de 1850. Por ejemplo, en el año
1853
10
, el Presidente de la República llama a concurso
público al mejor libro donde se desarrollarán los siguientes
temas:
“i.- Influencia de la instrucción primaria en las costumbres,
en la moral pública, en la industria y en el desarrollo
jeneral de la prosperidad nacional.
ii.- Organización que conviene darle, atendidas las
circunstancias del país.
iii.- Sistema que convenga adoptar para procurarle
rentas con que costearla.”
  En el año 1854, el concurso fue prorrogado hasta el
año siguiente, y el libro ganador en un universo de siete
memorias presentadas fue el trabajo de Luis Amunátegui,
titulado De la Instrucción Primaria en Chile, lo que es, lo que
debería ser (1856). En el escrito ganador ya se entabla una
relación de distancia entre la realidad nacional y lo que la
élite creía que la nación debía ser. Las formas de adecuar la
realidad al ideal social impuesto desde arriba dejan entrever
lo que fue una de las grandes tareas de la clase dominante
de la segunda mitad del siglo XIX. La escuela como lugar
formador que funciona sobre un estricto régimen donde
se funda el valor moral necesario para guiar a la sociedad
10.Amunátegui, M. L. (1856),
De la instrucción primaria en Chile; lo que es,
lo que debería ser
, Imprenta del Ferrocarril, Santiago, pp. I- II.
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