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  Sin embargo, a pesar de los grandes esfuerzos que
han realizado los distintos gobiernos desde la creación
de la Junta Nacional de Jardines Infantiles, aún queda en
evidencia que el interés por alcanzar mayor cobertura no
necesariamente se ha traducido en el desarrollo de prácticas
pedagógicas que contribuyan a fortalecer la calidad de la
educación de las escuelas infantiles chilenas.
  Por otro lado, las políticas educativas han sido
elaboradas desde equipos y comités de expertos, cuyas
propuestas curriculares suelen distar de la realidad misma de
los educadores; o bien, son programas que se orientan más
al asistencialismo de la infancia, que al desarrollo integral de
los niños. Por lo tanto, la visión de infancia construida desde
los documentos y mandatos institucionales escasamente
incorpora las perspectivas, intereses o reflexiones de los
actores sociales que están involucrados de manera concreta
y permanente en el proceso educativo de los niños, tales
como las familias, los educadores y la comunidad a la
que pertenecen. En consecuencia, persisten importantes
falencias estructurales, procedimentales y profesionales
que dan cuenta de la compleja e inacabada trayectoria de
estos intentos.
  A partir de nuestra experiencia como estudiantes de
Educación Parvularia y Básica Inicial, hemos constatado a
través de diversas prácticas realizadas en Jardines Infantiles
públicos, la gran dificultad que existe para desarrollar, en
concreto, las mejoras presupuestadas. Implícitamente,
y validado desde la misma cultura escolar de los centros
infantiles, se tiende a organizar el quehacer pedagógico
principalmente desde las herramientas curriculares, más que
desde la reflexión de la propia experiencia. Esto ha producido
que el educador trabaje como ejecutor de mandatos
curriculares, tal como menciona Giroux, el educador “opera
desde las exigencias gubernamentales y basa su quehacer
en un trabajo sin reflexión e interpretación del currículum
nacional”
1
. En este escenario, el cumplimiento de objetivos
prescritos se convierte en lo relevante y hacia donde van
dirigidos todos los esfuerzos y conocimientos. Esta situación
podría no presentar ninguna amenaza hacia el desarrollo
de los niños, siempre y cuando los educadores pudieran
repensar sus prácticas, para orientarlas efectivamente hacia
los intereses reales de los niños y para actuar como un
diseñador de procesos educativos creativos, innovadores;
reflexionando y analizando su propia acción pedagógica.
Lamentablemente, esta perspectiva de trabajo dista bastante
de la realidad en la mayoría de los centros educativos,
ya que generalmente no existen instancias, espacios y ni
siquiera intenciones de reflexionar sobre la cotidianeidad de
las relaciones construidas con los niños.
  En la búsqueda de herramientas profesionales que
permitan comprender y sortear, de algún modo, dicha
problemática, iniciamos este trabajo de investigación,
utilizando como marco teórico el pensamiento y obra de
Loris Malaguzzi, las escuelas infantiles de Reggio Emilia y
su experiencia homologada en las escuelas municipales de
Berriozar, España, a las que tuvimos acceso. La adopción
de esta perspectiva se debe a la trascendencia pedagógica
que ha tenido esta filosofía en las escuelas infantiles
en diferentes partes del mundo. Asimismo, logramos
comprender que muchos de sus lineamientos, presentes
en las escuelas infantiles estudiadas, pueden ser un primer
impulso para hallar alternativas en nuestro país.
3.Loris Malaguzzi y las Escuelas de Reggio Emilia:
un primer acercamiento
  Loris Malaguzzi nació en Corregio, Italia, el 23 de
febrero del año 1920. Se destacó por ser una persona con
1.Giroux, H. (1990),
Los profesores como intelectuales: hacia una pedagogía
crítica del aprendizaje
, Editorial Paidós, Barcelona
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