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contando la historia de su mismísima hecatombe privada
que, de pronto, se vuelve la ruina de toda una colectividad.
Y, aun más, ha sido doblemente laboriosa la tarea de
escudriñar en el ámbito específico de la literatura infantil
de dictadura y posdictadura, pues hemos encontrado
que las huellas del horror, los gestos de la represión
y el relato en torno a la vulneración de los cuerpos y las
subjetividades, son rasgos aparentemente ignorados en el
mundo de las narraciones para niños. Dichos rasgos se han
querido confinar exclusivamente a discursos testimoniales,
afanados en destacar la singularidad de los actores y lograr
autolegitimarse, buscando resaltar siempre los formatos
de verosimilitud que, muy equivocadamente según nuestro
parecer, se les han exigido para entrar a formar parte del
corpus de relatos jurídicos en los cuales el testigo sólo
puede referirse a los hechos comprobables empíricamente,
debiendo abstraerse por completo de su subjetividad.
  Respecto de esta falencia en la voz testimonial, Nofal
señala que
“La peligrosa ausencia de este registro cuestiona la
voluntad memorialista del género testimonial y lo reduce
a la tentativa de un grupo social que intenta proteger
un pasado propio. A esto se suma la posición de un
Estado responsable y ausente a la vez. La subjetividad
que se pone en juego en este tipo particular de relatos,
está en general atestiguada por la marca indeleble de
un yo, por la insistencia en las vidas reales y por la
autenticidad de una historia presentada por la “voz” de
sus protagonistas”
10
.
  En este sentido es que se recurre a la ficción como
una forma de contar precisamente lo no ficticio. El relato
no representacional, como ya hemos ido esbozando, nos
10.Nofal, R. (2006), Op. Cit, pp. 115 – 116.
ofrece un espacio que acoge la multiplicidad de memorias
y verdades que se encuentran en circulación y pugna
permanente. Hablamos de explotar, en cierta forma, las
diferencias que se movilizan, confluyen y están siempre
a disposición de ser leídas, reelaboradas y vinculadas en
pos del diálogo y la constitución de un relato amplio, civil,
participativo y respetuoso de los Derechos Humanos que,
en teoría, sostienen nuestro marco social.
  Ahora bien, recogiendo el trabajo de Nofal, la idea,
más allá de pretender encontrar un corpus que nos facilite
el análisis y nos guíe hacia los resultados esperados, es
trabajar con los textos, imaginar y crear nuevas lecturas, que
funcionen en el marco de un pacto de ficción que permita
la creación de mundos nuevos, en el mismo contexto de un
relato que “nunca es simplemente lo que parece; un juego
de simulaciones donde la verdad no espante, no clausure,
donde se postule la transmisión de narrativas y sean posibles
las diversas relaciones de presencias y ausencias”
11
.
  Aquí, entonces, es donde entramos directamente en el
plano de la fantasía y el trabajo con las sensaciones y los
conceptos a partir de otros prismas. Los textos que hemos
escogido se instalan en terrenos diferentes a los que nosotros
estamos acostumbrados en los relatos testimoniales,
pero también en nuestras propias ficciones que, lejos de
incorporar la fantasía o la magia, no se alejan del terreno de
lo humano, lo posible y lo real. Y son precisamente este tipo
de definiciones las que dicha noción de fantasía rechaza.
De tal modo, la idea es realizar un juego de especulaciones,
en donde confluyan y se vinculen elementos que de otro
modo no resultan compatibles; es una suerte de “violación
de los supuestos dominantes [que precisamente] amenaza
con subvertir (derrocar, trastornar, socavar) las reglas
11.: Ibíd., p.116.
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