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sociales, obviando, por tanto, la redefinición de los sentidos
basales de nuestra democracia.
  Sumamos a estos resultados, la convicción de que es
posible ejercer una justicia de tipo simbólico que, si bien no
exculpa en ningún caso la cancelación de la justicia punitiva,
puede resultar una instancia de reflexión y formación cívica
y humana. Este fenómeno, a su vez, podría contribuir a la
restitución de los lazos afectivos y sociales que se han visto
resquebrajados luego de la experiencia límite del horror y la
muerte.
  En este contexto, se propone dar formato teórico y
metodológico a una propuesta que se enmarca en los
circuitos educativos informales y que se sustenta en los
principios elaborados por la pedagogía de la memoria. Esto,
con el afán de analizar y vincular diversas narrativas en torno
a los hechos de nuestro pasado y, a partir de ello, ensayar
las formas en que pueden ser presentadas las memorias
del horror a los niños cimentando, mediante este ejercicio,
una cultura cívica de respeto, valoración y promoción de los
derechos políticos y humanos esenciales.
3.Pedagogía y didáctica de la memoria
  Trabajaremos con un concepto de memoria que define
al ejercicio memorioso como un trabajo de reelaboración
de sujetos heridos, y que busca situar imágenes y volver a
dotar de contenido los espacios mediante un movimiento
de conciencia que revela a la memoria como fragmentaria,
no lineal, dinámica y subjetiva. Acerca de la memoria como
instancia de reelaboración de sujetos heridos, Jelin señala
que las múltiples memorias e interpretaciones que surgen
del imaginario social son fragmentarias y dinámicas, se
superponen experiencias impregnándose unas con otras; es
así que “abordar la memoria involucra referirse a recuerdos
y olvidos, narrativas y actos, silencios y gestos. Hay en juego
saberes pero también hay emociones. Y hay también huecos
y fracturas”
2
. Asimismo, insistiendo en la superposición de
experiencias, Jelin plantea que el pasado sería evocado e
incorporado pero de forma dinámica, en la medida que la
experiencia puede modificar la memoria al momento de su
actualización.
  Destacando la importancia que adquiere lo social
en los procesos de memoria, Jelin rescata de Maurice
Halbwachs la noción de marco o cuadro social, y señala
que las memorias individuales están siempre enmarcadas
socialmente, siendo dichos marcos los portadores de la
representación general de la sociedad, de sus necesidades
y valores. Además, Halbwachs señala que el mismo olvido
se explica por la desaparición de estos marcos o de parte
de ellos. Se trata aquí el tema de la permanente presencia
social, incluso en ocasiones de tipo íntimo, donde el punto
de confluencia y en común que apoya este proceso son
los códigos culturales compartidos. Así, entendiendo el
concepto de marco social como marco histórico y, por
tanto, cambiante, Jelin nos invita a deducir que finalmente
toda memoria es una reconstrucción más que un recuerdo.
En este sentido, son estos encuadres los que dan sentido a
cualquier tipo de rememoración individual. En términos más
puntuales, el sujeto seleccionará ciertos hitos o memorias
que lo pondrán en relación con ‘otros’ para fijar ciertos
parámetros de identidad. Son estos parámetros los que
se convierten en marcos sociales para circunscribir las
memorias.
  Pese a los rasgos más específicos que estamos
mencionando, debemos recalcar que el principal distintivo
de la memoria que aquí nos interesa, es que, según palabras
de Elizabeth Jelin, ésta se constituye como un trabajo.
2.Jelin, E. (2002),
Los trabajos de la memoria
, Siglo XXI de España Editores,
Madrid.
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