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que se desarrollan en su interior, como instancias en las
que, en lugar de educar o desarrollar las capacidades de los
adolescentes, se les intenta inculcar las conductas y valores
que quienes dirigen estos lugares consideran correctos.
Asimismo, nos parece fundamental preguntarnos si, en un
lugar en el que se trabaja pensando en la normalización
de un individuo y en el control de sus conductas, se
puede al mismo tiempo “educar”, no en el sentido de
disciplinar o domesticar a los jóvenes, sino pensando en la
enseñanza y desarrollo de sus capacidades. En el apartado
correspondiente a las
Dimensiones de la Intervención
, la
ley señala que “en el caso de la escuela, por ejemplo, (…)
se podrá abordar habilidades sociales generales, como
aquéllas que permiten una adecuada inserción, tales como
la capacidad de reconocer y adaptarse a encuadres o
contextos normativos o relacionales”
10
.
5.Nuestra propuesta
  A partir de investigaciones anteriores en torno a la
Biopolítica y Estética, nos pareció interesante preguntarnos
por las reflexiones de quienes habitan en lugares de encierro,
en relación al arte. Proponemos un desplazamiento del
circuito artístico de su lugar de comodidad habitual, para
obligarlo a relacionarse con un sujeto del que se mantiene
usualmente lejano. Por la naturaleza de este proyecto fuimos
asesorados por Pamela Reyes, psicóloga, Coordinadora
del Postítulo de Especialización en Arte Terapia de la
Universidad de Chile.
  En el caso de nuestros talleres, apelamos a privilegiar
principalmente la experiencia estética, sin plantearnos
fines terapéuticos o de habilitación social. Como modelo
pedagógico, intentamos seguir los lineamientos de la
10.Ley de Responsabilidad Penal Adolescente, N°20.084, promulgada
el 28/11/2005, p. 6.
educación popular, ya que, como intentábamos impulsar
la experiencia estética de los participantes, no primó entre
los objetivos del taller la imposición del conocimiento
académico, sino la posibilidad de compartir lo que cada
uno podía decir, ya sea a través de la palabra o la creación
artística. En este sentido, no podíamos pensar en ellos como
sujetos vacíos; debíamos tener en cuenta que poseen un
imaginario propio, el cual fue haciéndose presente a medida
que avanzaba el taller, entrando en tensión, en muchos
casos, con el lenguaje del arte académico que nosotros les
presentábamos. Nos interesó indagar, además, cómo estas
subjetividades formadas en circunstancias de exclusión
social, situadas en lugares que restringen las emociones y
la creatividad, se ven enfrentadas al arte, concepto que es
en sí pura sensibilidad.
  Teniendo en cuenta lo anterior, nos planteamos como
objetivos:
- Compartir diferentes visiones del concepto de arte.
- Validar un discurso de crítica de arte fuera del espacio
académico.
- Legitimar la experiencia estética.
  Nuestro taller se realizó durante cuatro meses, una vez
por semana, en el Centro de Internación Provisoria de San
Joaquín. En general, participaron en este taller entre ocho
y diez jóvenes, aunque en algunas sesiones llegamos a
trabajar con más de veinte personas, cuyas edades oscilaban
entre los 16 y 19 años. Cada sesión tenía una duración de
una hora y media aproximadamente. Las clases tenían el
siguiente formato: observación y discusión de obras de arte,
realización de un trabajo práctico y, finalmente, escritura
reflexiva en un cuaderno personal.
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