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nos vemos a nosotros mismos y en la que vemos al otro.
¿Cómo podríamos mantener una conversación si siempre
pensamos que el discurso hegemónico académico es el que
debe primar? Si tenemos en cuenta que nadie puede ser
considerado como un sujeto vacío, sobre todo si hablamos
sobre arte, ya que consideramos que todo ser humano es
capaz de una experiencia estética por el simple hecho de
estar vivo, entonces podremos establecer las bases para
un diálogo. Quien participa de una clase, así como también
quien la entrega, debe tener presente que ambos poseen
un discurso que pronunciar, un discurso que va generando
un mundo propio.
  Freire destaca además la importancia del pensar
dialéctico, es decir, la dualidad de acción y mundo. Para
entender esta problemática, hay que pensar en la importancia
de no separar la relación entre acción y reflexión. Todo
animal posee la capacidad de actuar; sin embargo, el ser
humano se configura como tal cuando a dicha acción se le
agrega el componente del pensamiento. Sólo así el hombre
es capaz de ir conformando mundo. En la sala de clases o en
cualquier contexto educativo, la palabra es la que unirá esa
relación de acción y reflexión. Ésta es la que hará posible la
construcción y transformación de mundo; y la manera de
hacerla surgir es a través del diálogo. El educador debe
propiciar dicho espacio,
“En la medida en que el educador presente a los
educandos el contenido, cualquiera que sea, como
objeto de su ad-miración, del estudio que debe realizarse,
“readmira” la “admiración” que hiciera con anterioridad
en la “admiración” que de él hacen los educandos”.
“Por el mismo hecho de constituirse esta práctica
educativa en una situación gnoseológica, el papel del
educador problematizador es el de proporcionar, junto
con los educandos, las condiciones para que se dé
la superación del conocimiento al nivel de la “doxa”
por el conocimiento verdadero, el que se da al nivel
del ‘logos’”
8
.
  Por su parte, al referirse a la educación artística,
Rudolf Arnheim realiza un interesante estudio en relación
a la percepción como proceso de conocimiento. La
ejemplificación más clara se da en la muestra de
reconocimiento de lo particular y lo universal. Los seres
vivos utilizan sus sentidos como mecanismo de defensa,
para su sobrevivencia. Para identificar el peligro no sólo
debo establecer visual y mentalmente el objeto específico -
acciones que no se encuentran distanciadas una de la otra
-, también debo ser capaz de reconocer las características
que lo conforman para amplificarlo a los demás. Es decir,
no solamente el perro de mi casa es un perro, también lo
son todos aquéllos que tengan sus mismas características.
En la educación estética y artística, por lo tanto, la imagen
juega un rol fundamental: para el crecimiento adecuado de
la mente humana, es necesario entregarle contenido sobre
el cual reflexionar. De esa manera, el proceso cognitivo de
la percepción visual tendrá sentido, el reconocimiento de lo
universal en el arte sería algo innegable.
  De los postulados de Arnheim se deduce la consigna
cezanniana: ver implica pensar. Cuando en una clase de
artes, específicamente de Historia del Arte en nuestro caso,
mostramos imágenes y generamos una conversación a
partir de ellas, lo que ocurre es que compartimos una serie
de experiencias que nos permiten afrontar de diferentes
maneras el mundo. Se producen soluciones posibles para
las problemáticas que se presentan en el mundo. Quien
observa una obra puede comenzar a cuestionar y a entender
las funciones y propiedades de los distintos elementos
que lo rodean, tanto de manera individual como colectiva.
8.Freire, P. (2005),
Pedagogía del oprimido
, Editorial Siglo XXI, Buenos
Aires, p. 86.
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