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peso de su autoridad, de acuerdo a la Constitución vigente. Constitución por la cual
ofrendó su vida en La Moneda.
Analizado desde hoy, no quedaba otra alternativa que la aplicación de las propias
leyes burguesas que le habrían permitido paralizar, quizás en parte la estrategia
desestabilizadora del Gobierno de Nixon y la derecha chilena, empeñadas a como
diera lugar en derrocar el gobierno legítimo de Salvador Allende. La estrategia
desestabilizadora del gobierno de los Estados Unidos y las acciones encubiertas de
la CIA, constituyeron la más brutal intromisión extranjera, violando y arrasando el
principio de la soberanía nacional y el derecho a la autodeterminación del pueblo
chileno. Estos métodos fueron aplicados y sufridos por casi todos los pueblos de
América Latina, basados en el soporte ideológico de la Doctrina de Seguridad
Nacional.
Si reflexionamos el pasado para construir una perspectiva amplia y democrática,
creo que también debieron ser aplicadas formas políticas que frenaran los desbordes
de algunos sectores de la propia izquierda que deslegitimaban el Programa del
Gobierno Popular.
Otro aspecto que hoy debemos rescatar es que sectores esclarecidos de la
Democracia Cristiana de esa época estaban “disponibles en avanzar al socialismo”.
No es fácil adentrarnos en todos los vericuetos de la historia real, de las conductas
de cada cual. Lo inadmisible es la tesis oportunista de que “todos fuimos culpables”
del horror desencadenado el 11 de septiembre de 1973; con esta aseveración
quedan impunes los autores ideológicos de la conspiración planificada, organizada y
financiada por una potencia extranjera y los sectores más rabiosos de la derecha
golpista. Da pie para la impunidad de los responsables civiles y militares de los
crímenes de lesa humanidad.
El libro de Ricardo Hormazábal reitera en varios capítulos que la Unidad Popular,
incluso el propio presidente Salvador Allende, estuvieron por la división del Partido
Demócrata Cristiano. Existe una pregunta que tiene validez en el tiempo, ¿Todos los
militantes de un partido cualquiera sea el signo ideológico de estos, piensan de una
misma manera?, por cierto que no. El propio Ricardo señala que en la Democracia
Cristiana había algunos parlamentarios y dirigentes que favorecían un Golpe de
Estado y una intervención directa de las Fuerza Armadas. Y otros sectores,
incluyendo por cierto al autor del libro, que se empeñaron siempre por una salida
política.
A treinta años del Golpe se me hace difícil entender la estrategia divisionista de la
Unidad Popular según lo asevera Ricardo, si ésta existió no la comparto. El esfuerzo
principal era ganarse al conjunto del partido Demócrata Cristiano, fortalecer las
posiciones de los sectores más avanzados, como Radomiro Tomic, Renán
Fuentealba, Bernardo Leihgton entre otros, cuyo peso político y moral podían ser
determinantes en el curso de los acontecimientos. La duda que se me plantea
¿Tenían en los hechos poder e influencia real al interior de su propio partido?
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