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Con la DC hemos gobernado juntos, mientras a la vez coexisten diferentes
sentimientos y recuerdos de nuestro comportamiento respecto al golpe. Por eso es
que cada cual tiene su propio juicio de los hechos.
Nuestras interpretaciones de ese pasado, pueden continuar enriqueciéndose y
modificándose sin detener la marcha de la tarea de liderar las nuevas promesas que
debemos construir para adelante, sin dejar de poner en el centro del objetivo
político a las personas que esperan de nosotros una respuesta a las incertidumbres
de un mundo nuevo, temible pero atractivo de oportunidades, en el que la derecha
no tiene vocación solidaria ni capacidad de deponer liberalismo, ni su integrismo
cultural como para ofrecer solución alguna fuera de la demagogia populista, de su
nuevo lenguaje “popular cristiano”...declarándose...” dedicados a los más pobres ,a
los que sufren. ... promover la libertad de cada persona, una verdadera justicia
social y una real igualdad de oportunidades”.Nos han robado el lenguaje. En el
mismo momento en que, como bien dice Hormazábal ”
lo que todavía resuena
estruendosamente, es el silencio de los derechistas que utilizaron todos los medios
para luchar contra Allende y que no sólo se negaron a seguir luchando por los
valores democráticos sino que apoyaron vergonzosamente, cuando no disfrutando
de, la brutal dictadura que nos aplasto .”
La derecha no contará con nosotros para su oferta de destrucción de la Democracia
Cristiana. No es viable nuestro futuro político sin la DC. No repetiremos ese error.
No tengo pesadillas con ningún fantasma democratacristiano deseoso de romper
nuestra alianza. Por el contrario, las tensiones que expresan algunos líderes DC, se
inspiran en su deseo de conducir la Concertación. no pretende irse sino estar más
adentro y dirigir legítimamente nuestra alianza. Desean que nuestro candidato
presidencial sea DC. Cuestión que obviamente no deseo que ocurra, aunque si
ocurre trabajaremos por él o ella como la DC trabajó lealmente para el triunfo de
Lagos. Conviviremos en esa contradicción, no antagónica, usando lenguajes de ese
pasado que recordamos, de compartir un proyecto común y disputarnos
adecuadamente el liderazgo del mismo. Eso está en la naturaleza de cualquier
alianza. Es sano que ocurra y es la prueba de sinceridad de nuestra manera
renovada para recordar el pasado. Ese no debería ser nuestro debate. Y mucho
menos aquel debate de las culpas sobre el golpe.
Hoy estamos ante un excelente gobierno. Pero ya esta probado que un buen
gobierno no garantiza resultado de la elección siguiente. De ahí mi preocupación por
el tipo de debate que necesitamos para establecer la hoja de ruta que
presentaremos a Chile como la nueva oferta de oportunidad de mejorar la vida de
los chilenos en un mundo que no ha definido las nuevas recetas para problemas y
opciones brutal y, a veces, aplastantemente nuevos.
Agregar al debate político la “preocupación por las debilidades en el
funcionamiento actual de la democracia, por la devaluación del rol parlamentario
,por la caída de representatividad de los partidos políticos como espacios de
ciudadanía y formación civil, todo lo cual parece enmarcarse en un proceso de
desafección y despolitización de la ciudadanía y de acentuación de problemas de
representación y su legitimidad entre dirigentes y dirigidos.
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