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Allende terminara por asemejarse. Reconoce Hormazábal la relación entre los
demócratas norteamericanos y la Democracia Cristiana, que Nixon
posteriormente repudia. Es inevitable considerar que esa circunstancia, en el
cuadro latinoamericano y chileno de entonces, generaba fuerte rechazo en la
izquierda. De esta manera, 1970 sorprende a las dos fuerzas en posiciones muy
enfrentadas, lo que otorga valor adicional a la decisión DC de apoyar a Allende
en el Congreso Pleno. Pero el “alternativismo” entre DC e izquierda tendrá un
significado clave para el destino de la Unidad Popular, como señalaré más
adelante, y no cabe responsabilizar por él a uno u a otro.
Otro vistoso episodio en que Hormazábal muestra su benevolencia con la
Democracia Cristiana es su afirmación sobre el Presidente Frei Montalva, según
la cual Frei no estuvo con el golpe aunque no actuó para evitarlo. Es evidente
que en las circunstancias que vivía el país, la actitud señalada, si es que así
hubiera sido, está lejos de reivindicar la actuación política del ex Presidente.
2. No comparto, pues, muchas de las afirmaciones o miradas de Ricardo
Hormázabal, aunque reconozco su valor y las respeto. Y no es por incapacidad
de autocrítica. La izquierda dedicó a esa tarea un largo período luego de su
derrota en 1973. Sigo afirmando en sus trazos principales lo que entonces
sostuve, entre otras la afirmación que debíamos mirar el futuro en la
perspectiva de lograr reunir a la izquierda y a la Democracia Cristiana en un
entendimiento de largo plazo. Quisiera, sin embargo, dedicar un espacio a mirar
la Unidad Popular desde otro ángulo, desde una perspectiva que intente explicar
qué fue y por qué existió. Sin esa explicación los hechos relatados por
Hormazábal o cualquier otro recuento carecen de adecuado sostén histórico.
La Unidad Popular surge en un mundo bipolar, donde ocurren unos fenómenos
llamados revoluciones, que no tienen lugar hoy, pero que entonces eran
deseadas y posibles. Las revoluciones habían sufrido más derrotas que victorias,
pero algunas habían triunfado durante el siglo XX: en 1910 la revolución
mexicana, luego la soviética en 1917 y, posteriormente, la revolución china y la
lucha de liberación nacional con resultados revolucionarios en Yugoslavia, Argelia
y otros países. Y, en América Latina, la revolución cubana.
En segundo lugar, la Unidad Popular y el Gobierno de Salvador Allende fueron un
acontecimiento único en la historia del disciplinado Chile de los encomenderos,
de los terratenientes y de los obispos, en el ordenado Chile de los que vivían de
las rentas del salitre y de las rentas del cobre o, posteriormente, de la protección
estatal a una naciente industria nacional, un Chile siempre gobernado por unos
pocos. El Alessandri del año 20 y Aguirre Cerda y el Frente Popular
estremecieron esa sociedad establemente hegemonizada por la minoría rica. El
gobierno de la Democracia Cristiana a partir de 1964, en particular con la
reforma agraria, la promoción popular y la “chilenización” del cobre, constituyó
también un fuerte estremecimiento social, y legitimó las ideas que enarboló la
Unidad Popular y Allende.
El hecho clave es el siguiente: la Unidad Popular constituye el único momento de
nuestra historia en que el signo del poder está a punto de cambiar, en que existe
una masa con conciencia de sí misma y que cree que está a punto de alcanzar
posiciones efectivas de poder, cree que manda o está a punto de mandar. En la
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