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Las posiciones de la juventud Demócrata Cristiana con la simple y significativa
consigna al triunfo de Salvador Allende “¡Viva el uno, viva el tres!” (en la lista
electoral el 1 era Allende y el 3 era Tomic), reflejaban las coincidencias en ambos
Programas Presidenciales, por lo tanto, estos sectores progresistas y democráticos,
tanto del partido como de la juventud Demócrata Cristiana, podrían haber sido
potenciales aliados en la construcción de los cambios propuestos por el Programa de
la Unidad Popular.
Si la verdad está en este mundo, busquémosla y descubrámosla juntos, sin
máscaras ni disfraces. De encontrarla, hagamos con ella la felicidad que el pueblo
chileno se merece.
Quisiera concluir con opiniones entregadas en la revista Rocinante
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por el Sociólogo
Norbert Lechner, quien sostiene: “que nos hemos quedado sin historia. Suena
fuerte”, lo dice de acuerdo a las encuestas del PNUD del 2001 (Plan de naciones
Unidas para el Desarrollo), en que un tercio de los encuestados piensan “que los
cambios en curso no tienen destino”. Se pregunta Lechner, ¿Quién puede dudar
razonablemente que hubo una profunda transformación de la sociedad chilena?
Deduzco que la parte más interesante es: “los chilenos tienen dificultades en asumir
dichos cambios como algo propio”, y continúa, “no nos hemos apropiado del
progreso que nosotros mismos hemos producido, no nos sentimos sujetos de dicho
progreso”. Dicho en otras palabras, los avances de la ciencia, de la tecnología, en
el plano de la medicina y las comunicaciones, etc., son resultados de hombres y
mujeres concretos. El progreso es fruto del trabajo humano, es y debe ser
patrimonio de la humanidad y no de los que obtienen ganancias máximas de la
globalización de la miseria, de la ignorancia y la marginalidad.
Debemos dejar abierto el debate, debemos partir de la sociedad actual moldeada
por la globalización y superar el peso traumático, herencia de la Dictadura, con
verdad y plena justicia. Pero a su vez, hacer uso de los instrumentos de la crítica y
la autocrítica, lo esta ausente a mi entender en el libro de Hormazábal es que no
dejó espacios suficientes a la autocrítica; sin ésta, los hechos narrados por él, no
completan el intrincado cuadro político que nos tocó vivir. Así puede ser desvirtuado
el pasado, por lo tanto, se nos torna difícil la reflexión que el presente y el futuro
nos exige.
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Revista Rocinante, Nº59, septiembre 2003
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