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Para Elena, enseñar su lengua y su cultura, vestir sus trajes
típicos y enseñarles a los niños los cantos de su pueblo, es su
forma de resistencia frente a un sistema que la discrimina y que
no valida sus conocimientos. “Al principio me rebatían mucho y yo
me sentía, de alguna forma, incomprendida”.
para quien una de las partes más re-
confortantes de su trabajo como edu-
cadora en un jardín infantil de Pedro
Aguirre Cerda es el orgullo que sien-
te su familia en Arica. “Mi mamá se
emociona y mis familiares están ma-
ravillados con lo que hago”.
Para Elena, enseñar su lengua y su cul-
tura, vestir sus trajes típicos y enseñarles
a los niños los cantos de su pueblo, es
su forma de resistencia frente a un sis-
tema que la discrimina y que no valida
sus conocimientos. “Al principio me re-
batían mucho y yo me sentía, de alguna
forma, incomprendida.No entendía por
qué me tenían que rebatir. ¿Cómo me
pueden rebatir, si soy yo la que tiene el
conocimiento? Es como que usted me
enseñe que uno más uno son dos y yo
diga ‘no, quiero que sean tres’”.
Los casos de Elena y Juana no son úni-
cos. Los problemas que enfrentan los
educadores tradicionales van desde no
contar con materiales adecuados para
enseñar su saber hasta la discrimina-
ción de parte de los profesores de los
colegios en los que actúan, que en mu-
chos casos los segregan por no tener
educación universitaria. Como forma
de subsanar esto, en 2012 la Conadi
firmó un acuerdo con la Universidad
de Chile para capacitar a los educa-
dores a través de la Cátedra Indígena.
Muchos de estos problemas tienen
como raíz, según Claudio Millacura,
el desconocimiento. “En 200 años de
vida republicana les ha importado un
cuesco saber cómo piensan, cómo sien-
ten, cómo actúan los indígenas”.
Una gran parte de este desconocimien-
to tiene que ver con que la implementa-
ción del SLI es focalizada y no abarca al
total de los establecimientos nacionales.
Diego Fuenzalida lo explica en térmi-
nos simples: “la interculturalidad debie-
se estar en todo, porque no funciona que
