El Paracaidas - N°4 2014 - page 27

El racismo chileno no es
sutil. Es una construcción social
que ha forjado una ideología violenta
cuya fuerza cuesta resistir, debido
al lugar que el nosotros tiene en
dicho enfrentamiento.
RACISMO
DESATADO
E
n Estados Unidos, un negro, un mexicano, un inmi-
grante o quien se le parezca, debe educar su cuerpo con
movimientos que le salven la vida: levantar las manos,
dejarse trajinar ante la suposición de porte de armas, de
sustancias, de material “sospechoso”, y aprender las frases que
eviten su muerte: “sí señor”-“no señor”-“bueno señor”…Una
enseñanza dada por los padres a sus hijos para escapar a esa
muerte que espera agazapada tras policías o civiles
prestos a colaborar. En Ferguson, un policía
blanco asesina un joven desarmado y es
liberado. 170 ciudades norteamerica-
nas se manifestarán exigiendo jus-
ticia. El racismo ha permanecido
y el
apartheid
parece mostrar lo
infinito de las guerras.
En Chile, un futbolista ve-
nezolano es insultado por su
color de piel en un partido de
fútbol. Nada se hace contra
ese acto penado por la ley. Las
disculpas del Estado son sólo
‘gestos’ de buena voluntad. Tam-
poco hay manifestaciones masivas
y el acto racista queda impune. Días
después, la agresión regresa en contra
del mismo futbolista. En el norte, una inmi-
grante boliviana lleva su niño grave al hospital que
cobra 30 mil pesos para atenderlo. No los tiene. El bebé tiene
mucha fiebre. Los funcionarios niegan la atención mientras
ella suplica. El niño fallece. Su pequeña vida no vale nada.
El racismo se ha desatado, mostrando la barbarie de una
historia de lo que somos junto con los derechos que se des-
arman en la ferocidad de la deshumanización liberal que
selecciona a quienes ‘deben vivir o deben morir’. Este es
el fatal lazo entre color, origen, clase, nación y género que
funciona desde el imaginario armado en la Colonia y en
el Estado-Nación que tanto buscó “limpiar y blanquear la
raza” en pos de un desarrollo “blanco”.
El racismo chileno no es sutil. Es una
construcción social que ha forja-
do una ideología violenta cuya
fuerza cuesta resistir, debido
al lugar que el nosotros tie-
ne en dicho enfrentamiento.
Un nosotros ‘nacional’ que
busca preservarse del salva-
je/enemigo al que insulta,
humilla, explota, desprecia,
asesina y condena, como de
su “invasión” de este “otro/a”
que considera “peligroso, su-
cio, bullicioso, provocador/a y
ladrón (del trabajo, de maridos,
de cultura)”. El nosotros ilusionado
de homogeneidad chilena, devela su
miseria y la diferencia inventada para ser
‘amo’ del esclavo que construye nuestras casas y
limpia nuestras calles y que permanece en la oscuridad ex-
plotada y maltratada que permite la claridad de la existencia
blanca y buena.
*Profesora del Departamento de Sociología. Coordinadora del Doctorado en
Ciencias sociales y del Núcleo de Sociología del cuerpo y las emociones.
Por María Emilia Tijoux*
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Nº 4 diciembre 2014 / El Paracaídas
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