El Paracaidas - N°4 2014 - page 25

A
las dos y media de la mañana las teteras bullen y los
braseros arden en Lo Valledor. El frío hace que el
cuerpo pida una dosis de té o café para mantener-
se y prepararse para lo que viene. Los compradores,
cargadores y vendedores acuden a los carritos emplazados en
distintos puntos de esta enorme ciudadela del abastecimiento
hortofrutícola que comenzó a escribir su historia el año 1968,
cuando fue creada bajo la administración de la municipalidad
de Santiago. En 1980, el municipio vendió y traspasó este re-
cinto a los comerciantes establecidos, que en 1990 se constitu-
yeron en la Comunidad Feria Lo Valledor Sociedad Anónima.
Eladio González tiene 46 años y conoce desde su adolescencia
este recinto del comercio ubicado en la comuna de Pedro Agui-
rre Cerda. Eladio termina su café y comienza el recorrido por
parte de estas 31 hectáreas de locales comerciales y patios de
ventas para hacer las compras y repletar así sus tres camiones.
En su estacionamiento conversa con los cargadores que conti-
nuarán la labor que Eladio comienza ahora. Mientras camina
por los pasillos de Lo Valledor lo saluda todo el mundo. Él
levanta el mentón como respuesta, dejando que sus aros de oro
se meneen en un dorado vaivén.
En este trabajo y en el rubro de la venta es donde más hay hai-
tianos, quienes se diferencian entre los que manejan mejor
o peor el español. “La vida cotidiana en territorios como Lo
Valledor nos ofrece una tremenda oportunidad para com-
prender cómo los sentidos de clase priman más que los senti-
dos respecto de las nacionalidades”, explica la académica del
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