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EL ESTRUENDOSO SILENCIO DE LA DERECHA
Lo que todavía resuena estruendosamente, es el silencio de los derechistas que
utilizaron todos los medios para luchar contra Allende y que no sólo se negaron a
seguir luchando por los valores democráticos sino que apoyaron vergonzosamente,
cuando no disfrutando de, la brutal dictadura que nos aplastó. Es cierto que hubo
DC que hicieron lo mismo. Que duda cabe. Pero los que traicionaron nuestros
ideales dieron un paso al frente y los otros, los que se equivocaron, dieron un paso
atrás, incorporándose posteriormente a la lucha democrática. Es conocido también,
que hubo gente de derecha que contribuyo el año 1989 para salir del régimen de
Pinochet, aunque estuvo muchos años colaborándole. Seria bueno que dieran otro
paso adelante, y aportaran su arrepentimiento.
Lo central es que, si no podemos concordar sobre lo que ocurrió hace treinta años,
no olvidemos el impostergable deber de ponernos de acuerdo para hoy y el futuro.
Para eso, hay que incrementar el dialogo respetuoso y creador, se requiere
reconstruir o reafirmar las solidaridades personales que se crearon en tiempos
duros y que sobreviven a estos 12 años. Por supuesto, ampliarlo a otros sectores,
incluidos los militantes del PC y la UDI, los dos últimos partidos leninistas que
quedan en Chile. También con Renovación Nacional y todos los sectores que ejerzan
una opción política dentro de los marcos de la democracia chilena, ya que son los
principios democráticos los que deben resolver civilizadamente las diferencias.
Creo que hemos madurado lo suficiente para reconocer que no es posible imponer
modelos rígidos partidistas o ideológicos, a una sociedad tan diversa como las que
integramos. Por ello, nuestros valores deben impregnar nuestras conductas reales
y nuestras propuestas concretas, a sabiendas que ellas son una invitación al
encuentro con las de otros sectores y que, finalmente, deben ser calificadas y
resueltas por los ciudadanos en las instancias y en las instituciones que el pueblo
crea para la solución de las naturales discrepancias de una sociedad pluralista y
democrática. Más allá de las legítimas diferencias, quizás se pueda valorar como
corresponde el llamado del Cardenal Errázuriz formulado en el último Te Deum:
”Nunca más tanta pobreza, tanta deuda de justicia social, tanta inequidad en la
posesión de la propiedad y de los bienes. Encierran la tentación de incitar a la
violencia, y de engendrar luchas entre hermanos, luchas que no esparcen semillas
de paz. Y nunca más tanta incapacidad de diálogo, tal exclusión de agentes sociales
y de proyectos complementarios, y tamaña intransigencia. Nunca más tanto
desamor a la verdad y a la democracia, tanta violencia verbal, tanta beligerancia
política. Nunca más la tenencia de armas en agrupaciones distintas de aquellas que
las han de recibir, por mandato de la Constitución, para defender la Patria. Nunca
más una economía desbocada que golpee a los más pobres. Nunca más la
politización de las Fuerzas Armadas y de Orden.
Nunca más una convivencia tan deteriorada que un gran número de ciudadanos
pida una intervención armada. Tampoco circunstancias tales que el gobierno sea
tomado con las armas, y que un Presidente se vea instigado a poner fin
trágicamente a sus días. Nunca más la imposición de ideas por la fuerza, la
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