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meses y este camarada volvió a contactarme. Esta vez, fue muy cuidadoso. Al
conversar con él, me expliqué porqué. Había ingresado a una seccional del PS y,
como era responsable, inteligente y hablaba de corrido, pronto fue elegido para
algunos cargos en la organización comunal. Al poco tiempo, lo habían invitado a
unas charlas sobre autodefensa y, repentinamente, había sido trasladado a un lugar
donde le dieron instrucción de manejo de armas, defensa personal, etcétera. Le
señalé que estaba corriendo un riesgo muy alto, que debía dejar esas actividades.
Me contestó que si lo hacía ahora, perdería la pega y se arriesgaba a cosas muy
graves, ya que le habían advertido que violar el secreto de estas operaciones era
considerado traición. Pero me ofreció entregarme antecedentes sobre esas
actividades. Confieso que acepté y durante varios meses recibí sus minutas con
detalles sobre el funcionamiento de los grupos, pero me esforcé por olvidarme de su
nombre.
Ésa es mi experiencia, pero ¿hay algo más? Sí, lo hay. Carlos Altamirano,
entrevistado por Patricia Politzer, contesta a una pregunta sobre si sus discursos en
la época de la UP estaban acompañados de preparación en el terreno militar,
responde: “Como socialista yo insistía en que se elaboraran planes mínimos de
defensa, y algo se hizo, pero era todo muy débil y muy precario, tanto en hombres
como en armas. Luego agrega que disponían de alrededor de mil a mil quinientos
hombres, con armas livianas como se dice en lenguaje militar, que jamás podrían
enfrentar a un ejercito regular”. Más adelante, reconoce que no eran tan pocos si se
hubiesen podido coordinar con el aparato militar del MIR que supuestamente, dice,
era más importante que el suyo, con el del Partido Comunista que también era
mayor, y con los que tenían el Mapu y la Izquierda Cristiana. Preguntado sobre el
origen de las armas, contesta: “Tenían muy diversos orígenes, algunas eran
recolectadas dentro de la propia población chilena, otras eran compradas, otras
donadas por diferentes grupos armados de América Latina”. A la pregunta de si los
cubanos habían proporcionado armas, contesta: “seguramente, pero no se lo puedo
garantizar porque yo no era el encargado militar”.
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En una interesante conversación que sostuvimos una delegación de Senadores
chilenos con el Comandante Fidel Castro, en Julio de 1990, le pregunté a Castro por
el apoyo de Cuba a los grupos armados en Chile. El contestó que desde el triunfo
de la Concertación su Gobierno no daría más apoyo en armas a los grupos que
estaban en Chile, por cuanto valoraba altamente el logro del pueblo chileno de
haber podido generar un gobierno democrático. Agregó que los revolucionarios
podrían seguir viviendo y trabajando en Cuba, donde eran bienvenidos, pero nada
más. Le pregunté si nos podía ayudar a encontrar las armas que aún estaban
ocultas y contestó de muy buen humor, que debido a la naturaleza de esas
operaciones se hacían muy en secreto y que ni el mismo sabía como se operaba y,
sonriendo dijo que aún si lo supiera, no podía decirlo. Debo señalar que las 4 horas
y media de reunión permitieron un debate muy a fondo sobre temas
internacionales, ideológicos, de las relaciones chileno, cubanas y muchos otros
temas y que Fidel Castró acogió varias peticiones importantes que le hicimos, entre
ellas, que diera entrevistas a los medios de comunicación chilenos para desalentar a
los grupos que invocando su prestigio querían seguir con las acciones armadas.
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Politzer, Patricia: “
Altamirano
”, Ediciones Melquíades, Buenos Aires, noviembre de 1989.
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