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acerca de la nueva política que él respaldaba y lo que se hacía antes: Aquí nosotros
hablamos de partidos políticos, ellos hablan de ejércitos del pueblo. A la antigua
lucha electoral y pacífica contestan con un audaz llamado a la lucha armada,
revolucionaria, en escala continental. Político revolucionario, sostiene Altamirano, es
el que lucha por establecer un poder revolucionario para desde allí realizar
auténticos cambios revolucionarios. No son políticos revolucionarios, dice él, los que
aspiran a mantener hipotéticas garantías individuales dentro de farsas democráticas
representativas.
Altamirano concluye allí diciendo que el Partido Socialista manifiesta resueltamente
su concordancia con la concepción general de la estrategia cubana para enfrentar al
imperialismo
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Admite sí, que esta adhesión no importa un pronunciamiento
definitivo. En efecto, eso ocurrió en el mes de noviembre de 1967 en el Congreso de
Chillán. Clodomiro Almeyda aportaba sus reflexiones: Ya había dicho que era
necesario “dejar a un lado el ilusionismo electoral”, pero él no creía que la guerrilla
podría ser la forma fundamental para expresar la lucha revolucionaria. Agregaba:
“La fase superior de la lucha política que es la violencia revolucionaria no surgirá
aquí de un foco externo a ese proceso político como sería el foco guerrillero típico
definido por Debray, (el mismo que entrevistó a Allende) sino a la inversa,
emergerá como resultado de la agudización y del calentamiento al rojo del proceso
político vigente. De allí que hay que cambiarle el sentido a las elecciones”.
Altamirano, por su parte, ratificaba sus dichos a la revista Punto Final. Pocos días
antes del Congreso, el 8 de octubre de 1967, el Ché Guevara es asesinado en el
pueblito boliviano de Higueras, lo que empapa a los delegados socialistas de una ola
de emoción y deseos de imitación de esa figura. En un informe a ese Congreso,
firmado entre otros por el profesor Iván Núñez, que después jugaría un especial
papel en la formulación del programa de la Escuela Nacional Unificada, ENU, se
afirma entre otras materias, su pleno respaldo a la OLAS, llama a poner en práctica
acciones efectivas de solidaridad con los pueblos que luchan con las armas en la
mano, rechaza la política de coexistencia pacífica que propicia el PC en América
Latina. Asimismo, agrega un párrafo muy decidor: “Proclama que la toma del poder
político es tarea de esta generación, la lucha por el poder es el objetivo estratégico
que el PS ha de desarrollar en esta generación. La vía violenta es la única posible
para asegurar el triunfo de la revolución y su manutención en el poder. La vía
electoral sólo debe usarse como un medio de agitación y propaganda, subordinada
al camino de las armas”.
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Según relata Gómez, Allende fue pifiado durante los
debates, acusado de socialista aburguesado y estrepitosamente derrotado.
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El voto
final recogía la concepción del PS como organización marxista-leninista para la cual
la única vía posible para alcanzar el poder es la violencia revolucionaria.
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Lo que
llama poderosamente la atención, es que el Congreso del PS, efectuado cuando ya
estaban en el Gobierno, en febrero de 1971, celebrado en la acogedora ciudad de La
Serena, acordaba elegir a Altamirano ratificando las tesis más duras, con el pleno
respaldo de Allende, el que apoyó a Carlos Altamirano, tanto por la especial amistad
que los ligaba, como por la distancia que mantenía con Aniceto Rodríguez, que
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Ibíd. , página 66.
59
Ibíd. , página 87.
60
Ibíd. , página 88.
61
Ibíd. , página 96.
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