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calidad humana y moral, ha reconocido públicamente su error. Son pocos los
personajes públicos capaces de esos gestos de honestidad y altura moral.
Otros camaradas que salieron en gira al exterior para explicar lo ocurrido, se
dedicaron a explicar los errores de Allende pero olvidaron condenar los grandes
abusos de la Dictadura. Incluso en 1977, cuando Naciones Unidas aprobó una de las
primeras condenas a la Junta Militar por violación de los derechos humanos, con el
visto bueno de Osvaldo Olguín, entonces Vice- presidente de la DC, destacados
militantes demócratas cristianos sacaron una declaración pública de rechazo a la
decisión de Naciones Unidas. Muchos de ellos repararon con creces el grave error
cometido y ,los menos, mantuvieron su cómplice vinculación a Pinochet.
Eduardo Frei Montalva no estuvo entre ellos, y descarto también que haya sido
promotor activo de soluciones golpistas. Lo que sí es evidente que no se jugó
activamente en contra, porque estaba convencido de los objetivos no democráticos
que perseguían algunas importantes fuerzas que estaban entonces en el Gobierno.
El Cardenal cuenta en sus Memorias que fue a la ceremonia ecuménica del 18 de
Septiembre de 1973,solo porque él se lo pidió.
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Ese día no saludó a los integrantes
de la Junta, pero yo y millones de chileno no vimos eso por TV, sino que sólo
apreciamos el abrazo que le da el General Arellano, en tenida de combate, al llegar
a la Gratitud Nacional. La cordial relación que existió entre su antiguo Edecán Militar
y Frei y el afectuoso saludo entre ambos, vincularon indebidamente a Frei con el
Gobierno militar.
Para mí fue una imagen muy impactante, ya que recién pude volver al País ese día
18, después de haber iniciado mi regreso desde Costa Rica el mismo 11 de
Septiembre. Desperté el día 11 de Septiembre en San José, al igual que muchos de
mis compatriotas en Chile, sorprendido por las noticias que se daban y con una
preocupación tremenda. Al escuchar la noticia que se iba a bombardear La Moneda,
sentí miedo y pena. Miedo, porque tenía la imagen de esas películas de guerra, me
recordaba de los grandes daños que causaban y nosotros vivíamos con mi mujer y
la única hija que tenía entonces, a seis cuadras de La Moneda. Este sentimiento,
egoísta quizás, pero real, estaba acompañado de la pena que sentía por lo que
ocurría en mi Patria lejana. Mi primer conflicto lo tuve en el avión que abordé en
San José. Había un grupo de pasajeros, claramente chilenos, que celebraban con
Champaña el golpe. De pronto, uno de ellos se acerca a mi asiento y me dice
“Camarada HORMAZABAL,¿Por qué no viene a celebrar con nosotros?” Mi respuesta
fue tajante. “Nada tengo que celebrar cuando en nuestro país se viven momentos
tan dramáticos, con gente que muere” Esta persona volvió a su lugar y no se repitió
la invitación.
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Se comprenderá entonces que luego de peregrinar por Lima y
Buenos Aires una semana completa, sin poder comunicarme con mi familia y en
conocimiento de las brutalidades que ya la prensa internacional informaba, fue una
experiencia muy desagradable ver esa imagen en TV. Recuerdo haber regresado en
el avión que salió a dejar a la Selección Chilena de Fútbol que jugó con su similar
soviética y que, esperándome en el Aeropuerto se encontraba Guillermo Yunge,
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Memorias, tomo II, pagina 290.
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En Panamá combiné vuelo con el avión en que viajaba Gabriel Valdéz a Chile, viaje que
generó rumores que él asumiría el Gobierno. Gabriel ha relatado el incidente en uno de sus
libros.
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