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El Paracaídas / Nº 12 / Octubre - Noviembre 2015

Las últimas imágenes de Mistral

en los ojos de un niño

Por Manuel Jofré

*ProfesorTitular y de Excelencia,

Universidad de Chile y Universidad Viña del Mar.

A

quel domingo de enero de 1957

mi padre me levantó temprano

en Los Guindos y juntos en el

trolley 8 bajamos por la Alame-

da hasta la Casa Central de la Universidad

de este país, Chile, y así pude estar en la

despedida final a Gabriela.

Al final, una vez ya cerrado el ataúd, se

agrupó junto al presidente Carlos Ibáñez

del Campo el gabinete con los ministros

principales. La cubierta era una bandera

chilena y un simple ramo de flores.

Además de las luces del Salón de Honor

de la Universidad de Chile, los pocos ci-

rios, seis en total, iluminaban el lugar. Las

flores blancas sobre la urna, relucían.

Cuatro a cinco filas de personas, unas

tras otras, rodeaban el féretro. El gobier-

no se acaba de apoderar del evento. Em-

pieza una modesta institucionalización.

Los trajes cruzados están presentes.

Los carabineros estaban vestidos con

sus casacas blancas, a la salida de la Uni-

versidad, junto al monumento a Bello.

Una cuerda demarcaba la fila de ingreso

que llegaba casi hasta Avenida Matta,

por Arturo Prat.

Había poco niños y muchos adultos. A

través del vidrio del féretro podía verse

el rostro de Gabriela Mistral maquilla-

do en Estados Unidos y que había resis-

tido por lo menos una estadía en cinco

ciudades latinoamericanas que la habían

homenajeado, en su viaje final a Chile.

Militares, liceanas, abuelitas, señores de

terno oscuro, mujeres de blusa corta,

obreros, miran brevemente a la mujer que

nunca vieron antes. La gente se acerca y

llora.La

nariz aguzada de Gabriela se per-

fila en las pocas fotografías que subsisten.

La bandera de Chile estuvo primero

cruzada sobre ella pero luego, al cerrarse

la urna, cubrió el ataúd por completo, de

arriba abajo. Sus últimos ropajes eran

brillantes; un pañuelo claro al cuello y

una blusa oscura de seda.

Las fotos muestran gentes de todas las

clases sociales asistiendo a este último

homenaje. El emblema de las Teresianas

aparece en muchas fotos.

Su rostro de descanso era impresionan-

te. Finalmente, digamos que aún no sa-

bemos todo lo que ganó para nosotros y

para Chile con su vida creativa.

Cuatro a cinco filas de personas, unas tras

otras, rodeaban el féretro. El gobierno se

acaba de apoderar del evento. Empieza una

modesta institucionalización. Los trajes

cruzados están presentes.