Ahmad Taha
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-El Estado chileno ha ido de menos a
más y es muy importante tener la humil-
dad para reconocerlo. Nuestra primera
experiencia con el reasentamiento fue un
desastre, que fue el caso de los yugosla-
vos, en el que de más de cien personas
se quedaron dos y hubo un nivel de frus-
tración grosero porque se hizo todo mal.
Lo único que hubo ahí fue el ánimo y
la disposición original- reconoce Rodri-
go Sandoval, jefe del Departamento de
Extranjería y Migración (DEM) del mi-
nisterio del Interior.
Aunque Sandoval aclara que para el 2008
estaban mucho mejor preparados y que
las cosas se hicieron de forma diferente,
los mismos refugiados no consideran que
el proceso haya sido tan perfecto como
lo pintan. Ahmad dice que está feliz en
Chile y que él y su familia están muy
agradecidos de la gente, pero tiene mu-
chas críticas sobre su experiencia. “El go-
bierno nos mintió en muchas cosas. Nos
dijeron que después de cinco años todos
íbamos a tener nacionalidad, pero ahora
los niños menores de 18 no la recibieron.
También nos mostraron videos de Las
Condes, Vitacura, y nos dijeron que íba-
mos a vivir ahí, con piscinas en todas las
casas, arriendo barato y no fue así”.
Durante los dos primeros años, dice Ah-
mad, el gobierno se hizo cargo de todo y
los ayudaron con sus viviendas, algo que
no recibió ningún otro refugiado palesti-
no en el mundo. Pero una vez vencido el
plazo se acabó la ayuda. Cuenta que les
pagaban un sueldo de 50 mil pesos por
cabeza pero que no les alcanzaba, por lo