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Nº 12 / Octubre - Noviembre 2015 / El Paracaídas

cuál va a ser la agencia de la sociedad civil que implemente

el proceso y cuáles son las enseñanzas de experiencias previas

a tener en cuenta son algunas de las preguntas que aún no

tienen respuestas claras en el Departamento de Extranjería

y Migración.

Para María Emilia Tijoux, Doctora en Sociología y académica

de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile,

la solución de varias de las preguntas debe pasar necesaria-

mente por la Universidad de Chile. “Como institución laica,

estatal y pública, la Universidad de Chile debería tener un

centro, un observatorio sobre estos problemas. Un lugar de

extensión e investigación que se vincule directamente con los

migrantes y refugiados. Ya estamos haciendo algunas cosas,

pero necesitamos una institucionalidad para hacernos cargo

de este tema, porque la buena voluntad no basta”.

A modo de ejemplo, una pieza clave para la integración de los

refugiados palestinos en Chile fue la enseñanza del idioma,

tarea que quedó a cargo de varias instancias y organizaciones,

como el Centro de Estudios Árabes (CEA) de la Universi-

dad de Chile.

Eugenio Chahuán, investigador del CEA, participó de ese

proceso, que incluyó instruir al personal de la Vicaría de la

Pastoral de los Trabajadores, agencia de la sociedad civil que

se encargó de implementar el plan del gobierno para los re-

fugiados. Los cursos los dictaron ad honorem durante un año

e hicieron tres secciones, para niños, jóvenes y adultos. “Nos

hubiese gustado hacer más, pero no tenemos los medios ni la

capacidad necesarios para lograrlo”, explica y advierte sobre

la importancia que el CEA podría tener en la futura expe-

riencia con los sirios como mediador cultural.

El idioma es uno de los factores más importantes en la inser-

ción de los refugiados y migrantes en la sociedad a la que lle-

gan. Si bien para los palestinos ha sido un problema, especial-

mente para los mayores, Ahmad dice que nunca se ha sentido

discriminado por tener acento al hablar, por su país de origen

o por su religión musulmana. Lo destaca con énfasis: está

muy feliz y aliviado de no estar en una sociedad racista.

Sin embargo, no todos los refugiados corren la misma suerte.

Los reasentamientos realizados por Chile no se han enfocado

sólo en gente de Medio Oriente, sino también en ciudadanos

colombianos que huyen del conflicto en su país. Sus experien-

cias han sido diferentes, ya que en su caso su estatus de refu-

giados se camufla muchas veces detrás de sus compatriotas mi-

grantes, concepto que según la ONU define a una persona que

deja su país de origen por voluntad propia, que puede retornar

cuando lo desee y recibir protección de su Estado. Y en esa

experiencia entra otro factor a considerar: el color de su piel.

María Emilia Tijoux explica que los refugiados de países como

Colombia no llegan sólo por reasentamientos, sino también di-

rectamente a las fronteras a pedir auxilio. “Pero en la frontera la

condición de refugiado no es distinguible. Lo que distingue a la

gente que llega es su color de piel y eso es

racismo.Me

preocupa

que haya clasificación de la gente que se deja o no entrar, de la

que se invita o no”.

Estas diferencias se ven reflejadas en la Ley de Extranjería,

que data de 1975. “Chile no está preparado para las migra-

ciones. Sí lo está para el refugio, porque tiene protocolos es-

tablecidos. Siempre se dice que Chile no tiene una política

migratoria. Yo creo que no es cierto, que sí tiene una y es

súper coherente. Lo que pasa es que es una política fascista,

segregacionista, racista, elitista y está consagrada en una ley”,

explica Rodrigo Sandoval.

“¿Qué mejoraría yo de mi experiencia con los sirios? Pri-

mero, que no les mientan”, enumera muy serio Ahmad Taha.

“Segundo, que les pongan psicólogos altiro; ellos vienen con

el doble de trauma con que llegamos nosotros y lo necesitan.

Y tercero, que ojalá los ayuden mejor que a nosotros, que les

den más plata, que el programa sea más largo, que aprendan

más español. Que tengan una vida mejor que nosotros.”

“Como institución laica, estatal y pública, la Universidad

de Chile debería tener un centro, un observatorio sobre

estos problemas. Un lugar de extensión e investigación

que se vincule directamente con los migrantes y

refugiados”, dice María Emilia Tijoux.