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El Paracaídas / Nº 12 / Octubre - Noviembre 2015
El día que logró frustrar un cuarto in-
tento de secuestro en su taller de autos,
Mohamed Taha pensó inmediatamente
en sus hijos, que a esa hora estaban en
el colegio y que constantemente sufrían
en las calles el acoso. Ese día Mohamed
tuvo razón en preocuparse: cuando el
colegio intentó sacar a Ahmad y su her-
mano por la puerta trasera, los espera-
ban hombres armados que comenzaron
un tiroteo con los guardias.
Ahmad tenía entre 12 y 13 años y re-
cuerda vívidamente el miedo que sen-
tía y lo que pasó ese día: “El director
nos agarró, nos metió en una sala y
todos los alumnos nos tiramos al sue-
lo. Uno de la mafia entró a la sala y
agarró a mi hermano para llevárselo.
Forcejeó con el director que estaba
ahí y con otro guardia, y como no al-
canzó a llevarse a mi hermano, le pegó
con la culata del arma en la cabeza y
se arrancó. Ahí ya no me acuerdo más,
porque me desmayé”.
Aunque ambos hermanos salieron ile-
sos, el incidente fue el punto de quie-
bre para la familia Taha. Dejaron todo
atrás y salieron hacia el oeste, donde
esperaban cruzar la frontera hacia Siria.
Pero al no tener pasaportes o naciona-
lidad no pudieron hacerlo y termina-
ron viviendo en una carpa en medio del
desierto en el campamento de Al-Tanf
por dos largos años.
CASAS CON PISCINA
La historia de Ahmad es poco común en
Chile, pero es una realidad cotidiana en
Medio Oriente. En Siria, la situación es
considerada como la peor crisis humani-
taria desde la Segunda Guerra Mundial:
según cifras del Alto Comisionado de las
Naciones Unidas para los Refugiados,
ACNUR, siete millones y medio de per-
sonas se han desplazado internamente en
el país y más de tres millones han debido
abandonar su patria.
La ONU ha recibido sólo el 40 por
ciento del financiamiento necesario
para la mantención y subsistencia en
campamentos, lo que significa que re-
fugiados en países como El Líbano y
Jordania viven con menos de medio
dólar al día. Antonio Guterres, Alto
Comisionado de la ONU para los Re-
fugiados, advirtió que la situación es
insostenible y admitió que no cuen-
tan con las capacidades ni los recursos
para hacerle frente, por lo que ha he-
cho incansables llamados a la comuni-
dad internacional a abrir sus fronteras.
Chile respondió a la convocatoria. En
septiembre de este año, el canciller
Heraldo Muñoz confirmó que el país
abriría sus fronteras a entre 50 y 100
familias sirias.
Según la legislación chilena hay tres for-
mas para que un extranjero pueda llegar
buscando refugio y obtenga protección
de parte del Estado, aunque sólo dos se
aplican en el caso sirio. La primera es a
través de una visa consular, que se pide en
alguna representación chilena en el exte-
rior e implica un permiso de residencia
temporal. Hasta el momento, 277 sirios
han recibido este beneficio y se espera
que este número aumente, ya que el go-
bierno anunció que se flexibi-
lizarán los criterios de entrega
para favorecer a quienes tengan
lazos familiares en Chile.
La segunda vía consiste en
el reasentamiento, que es la
fórmula que se estudia en el
caso de los sirios. Ésta se aplica sólo a
personas que ya son refugiados, que
abandonaron su país y se encuentran
en campamentos de Naciones Unidas.
Generalmente Chile responde a un lla-
mado internacional abriendo una cierta
cantidad de cupos y luego una delega-
ción va a los mismos campamentos a
buscar personas que quieran llegar al
país. Esta opción se utilizó en la falli-
da experiencia con refugiados yugosla-
vos en 1999 y después con muchísimo
más éxito en 2008, en el caso de Ahmad
Taha y los refugiados palestinos.
“Siempre se dice que Chile no tiene una política migratoria. Yo creo que no es cierto, que sí
tiene una y es súper coherente. Lo que pasa es que es una política fascista, segregacionista,
racista, elitista y está consagrada en una ley”, explica Rodrigo Sandoval.