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SER REFUGIADO EN CHILE
En septiembre el gobierno anunció que Chile recibiría a cerca de 150 refugiados
sirios que huyeron de su país debido a la guerra que hace cuatro años asola
la región. Con experiencias positivas y negativas en el haber, el proceso que
empezará ahora se vislumbra largo y delicado y tiene alcances que interpelan a
todos los sectores de la sociedad, incluso directamente a la Universidad de Chile.
Por Sofía Brinck Vergara
Fotos: Alejandra Fuenzalida / Matías Abu-Ghosh Sabat
Respuesta ante la crisis humanitaria internacional en Siria:
L
a primera vez que Ahmad Taha tuvo una nacionalidad fue el 22 de junio de este año.
Ese lunes, él y otros 64 refugiados palestinos recibieron de manos de la presidenta
Michelle Bachelet su carta de nacionalización. El hito marcó el fin de un periplo
que los trajo a Chile el 2008, cuando llegaron desde el campamento Al-Tanf, en la
frontera entre Siria e Irak.
A sus 21 años, Ahmad Taha ha vivido en dos países diferentes. Nació en 1994 en
Bagdad, Irak. Sus abuelos eran palestinos que debieron escapar de su país y fueron
parte de las miles de personas recibidas por el régimen de Saddam Hussein. Se les
proporcionó refugio, se cubrieron sus necesidades básicas, se les dio un buen pasar.
Pero nunca una nacionalidad. “Siempre se tuvo en mente que teníamos que volver a
nuestra casa. El gobierno nos entregaba algo parecido a una cédula, pero decía que
éramos palestinos nacidos en Irak, no iraquíes. Ahora soy muy feliz porque tengo algo
que me presenta. Si algún día quiero viajar no voy a tener miedo de que me rechacen
por ser palestino”, cuenta.
La historia de Ahmad y su familia es brutal y habla de horrores lejanos a la realidad
chilena. La familia Taha y sus cuatro hijos huyeron de Irak en 2006, cuando tras la guerra
contra Estados Unidos el racismo en la sociedad iraquí se volvió con violencia contra los
palestinos. El padre, Mohamed, fue secuestrado tres veces por milicias que pedían rescates
por su cabeza, sin ofrecer garantías de si lo entregarían vivo o muerto.