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El Paracaídas / Nº 12 / Octubre - Noviembre 2015
El adiós del pueblo
de Chile a Gabriela Mistral
Once días pasaron desde su deceso en Nueva York hasta su entierro en el
Cementerio General de Santiago. El Salón de Honor de la Casa Central de
la Universidad de Chile fue el lugar donde se congregó la emoción de miles
de personas de diferentes edades, clases sociales y ciudades del país que
viajaron para visitar durante 62 horas el cuerpo inerte de la Premio Nobel.
Por Francisca Palma A.
E
l 29 de diciembre de 1956, Gabriela Mis-
tral ingresó a la habitación 420 del hos-
pital de Hempstead, Nueva York. Acom-
pañada de Doris Dana, la poeta volvía a
estar en el recinto que había visitado en octubre
de ese año por una anemia y síntomas de agota-
miento, patologías que se sumaban a una diabe-
tes, reumatismo, problemas cardiacos y al cáncer
de páncreas que la aquejaba.
Cuatro días después de recibir el año nuevo se
marcó la tendencia definitiva: Mistral entró en
un estado de coma y perdió la conciencia. Bajo la
atenta mirada del mundo, Mistral, acompañada de
la fotografía de su madre y de su crucifijo de pla-
ta, y escuchando una vieja canción judío española,
se despidió de la lucidez pronunciando la palabra
“triunfo”. Entre infinitas llamadas al hospital y las
constantes visitas de su médico de cabecera Alfred
Vogel –quien también fuera responsable de la salud
de Sigmund Freud-, Doris Dana relató a la prensa
este último gesto de la Premio Nobel. El mensaje
llegaba a Chile a través de los periódicos y de las
agencias de noticias que informaban que su falleci-
miento era inminente.
A pesar de las fuertes nevazones, algunos chi-
lenos y otros enterados en Nueva York de la
gravedad de Mistral esperaban noticias en las
cercanías del hospital.
A las 4:18 de la mañana del 10 de enero murió Ga-
briela Mistral, bajo la atenta mirada del retrato de
su madre, Petronila Alcayaga, de Doris Dana y el
personal del hospital. Al mediodía llegó su cuerpo
hasta la funeraria Frank Campbell, donde
lo embalsamaron y velaron.
Desde Nueva York fue llevada a Carolina
del Sur, donde el militar chileno Santiago
Polanco aguardaba su llegada para acompa-
ñarla hasta Chile. Desde ahí el viaje se hizo
complejo. Años después, Polanco contó a
El Mercurio que tras el primer despegue,
el 15 de enero a las 2:30 am. tuvieron que
volver a tierra en medio de un fuerte temporal