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mita cumplir con metas acordes a dicho financiamiento. Como

las Universidades Complejas ya están cumpliendo ciertas metas

(nadie puede desconocer el liderazgo y la productividad de la

Universidad de Chile, por ejemplo), es más que razonable que

la universidad sea la que estime cuánto cuesta cumplir dichas

metas adicionales a la educación de pregrado y posgrado, y que

si el Estado quiere que esas metas se sigan cumpliendo, entonces

garantizar la transferencia de los recursos que permitan mante-

ner dichas metas.

Enfrascarnos en querer medir de manera permanente cuánta

investigación se está haciendo o cuanta extensión una uni-

versidad realiza para poder sacar números e indicadores es

invitar a aumentar el aparataje administrativo burocrático de

las instituciones, además de correr el riesgo de que las acti-

vidades sean todas moldeadas por la “indicadoritis” de moda,

tal como ocurrió desde la década de los ‘90 con los indica-

dores usados para financiar la educación escolar (asistencia y

matrícula), llevando a que las salas de clases de los colegios

subvencionados tuvieran hasta 60 alumnos por clase y fal-

seando toda la asistencia del año.

Efectivamente el financiamiento integral de los aparatos es-

tatales (ministerios, intendencias y universidades) presenta el

riesgo de que una fracción de los recursos no sea tan produc-

tivo (si no veamos la productividad de los honorables en el

Congreso). Pero ese es un fenómeno previsto y delimitable

inclusive en los países desarrollados, en donde prefieren pagar

dicho precio antes que estar creando una instancia de medi-

ción para cada cosa que hace cada empleado en cada oficina

de cada servicio de cada ministerio.

La Universidad de Chile tiene una resiliencia demostrada

que la llevará a resistir esquemas de financiamiento tecnocrá-

ticos y poco realistas, pero sería lamentable que por ese tipo

de decisiones la calidad de la formación de nuestros futuros

profesionales sea afectada. La gratuidad de la educación uni-

versitaria no se refiere solamente a quién paga el arancel: se

trata de eliminar el concepto de arancel, por lo tanto sería

bueno que de una vez por todas el Mineduc nos aclarara,

¿cuál gratuidad va a contemplar su proyecto de ley para re-

formar la educación superior?

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Nº 8 junio 2015 / El Paracaídas

La Universidad de Chile tiene una

resiliencia demostrada que la llevará

a resistir esquemas de financiamiento

tecnocráticos y poco realistas, pero sería

lamentable que por ese tipo de decisiones

la calidad de la formación de nuestros

futuros profesionales sea afectada.