la imperiosa necesidad de masificar el acceso a la educación
universitaria, en EEUU se inauguran las llamadas “Univer-
sidades Docentes”, que sólo capacitan estudiantes. Más allá
de que pueda o no ser deseable que este tipo de instituciones
existan, versus aumentar la matrícula de las “Universidades
Complejas”, lo que no es debatible es que sería pésimo para
el país contar sólo con Úes Docentes.
Así las cosas, vemos con espanto que esta nueva “gratuidad
universitaria” podría consistir en que cada universidad repor-
te cuántos estudiantes por carrera va a titular cada año y en
función de un misterioso algoritmo el Estado calcule una
transferencia de recursos financieros para solventar el gasto
de educar a dichos estudiantes. Se olvida así que cada aca-
démico comprometido en la educación de dichos estudian-
tes debe además arreglárselas para producir conocimiento de
frontera y/o creaciones culturales, mostrarle al país dichas
creaciones y ayudar al aparato estatal a lidiar con complejos
problemas que no es capaz de tratar por sí solo.
A modo de ejemplo, un especialista en salud pública debe
participar en la formación no sólo de profesionales a nivel de
pregrado, sino que debe ser capaz de aportar en la educación
de nuevos especialistas con grados académicos de magister y
doctorado. Pero además, nuestro especialista debe permanen-
temente buscar nuevas áreas de conocimiento para explorar
problemas vigentes de
la salud, algunos de los
cuales pueden o no es-
tar financiados por otras
instituciones; esa bús-
queda del nuevo cono-
cimiento es la garantía de que la actividad docente de nuestro
especialista sea de calidad, pertinente y aporte al país sin que-
darse rezagado en el conocimiento. Por otro lado, cada cierto
tiempo nuestro especialista será invitado a dar charlas tanto
a audiencias ilustradas como a público general, actividades
por las cuales usualmente no sólo no recibirá dinero sino que
deberá desplazarse por sus medios. Finalmente, no faltará la
ocasión en que nuestro especialista sea invitado por comisiones
del ministerio de Salud o del Congreso Nacional para que su
opinión sea considerada en la elaboración de proyectos de ley,
informes técnicos o políticas institucionales de salud.
Todas esas actividades ocurren y tienen costos que hoy absor-
ben las universidades que se “autofinancian”, es decir, hacen
quién sabe qué tipo de malabares para generar recursos. Pero
el problema es que varias de las universidades del Estado,
y en particular las áreas más humanistas, no están logrando
autofinanciarse simplemente porque no se puede y el dilema
pasa a ser: o se logra financiamiento estatal o se desaparece.
Sencillamente tenebroso.
Pues bien, lo que sería desastroso –y contrario a cualquier ex-
periencia internacional– es que la solución del Mineduc sea
querer financiar todas esas actividades institucionales de manera
atomizada segmentando el quehacer universitario como si fuera
posible desmembrar la docencia de la creación o la investiga-
ción de la extensión.
Financiar las institu-
ciones significa dar-
les un presupuesto
determinado que de
modo razonable per-
Vemos con espanto que esta nueva “gratuidad
universitaria” podría consistir en que cada
universidad reporte cuántos estudiantes por carrera
va a titular cada año y en función de un misterioso
algoritmo el Estado calcule una transferencia de
recursos financieros para solventar el gasto de
educar a dichos estudiantes.
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El Paracaídas / Nº 8 junio 2015