con Europa. Nosotros ya estamos en un lugar ne-
gado desde antes y basta con viajar para que nos
demos cuenta de que no somos los europeos que
pensábamos ser, sino que somos chilenos y chilenas
con origen indígena también”, dice María Emilia,
mientras comentamos sobre las deportaciones en
el aeropuerto, las tratas de personas en las fronteras
del norte y de la zona austral. Pensamos en cómo
Chile está al debe con los mismos tratados interna-
cionales que ha firmado y que deberían resguardar
a quienes migran al país.
“La llegada de inmigrantes afrodescendientes, espe-
cialmente de piel negra, nos instala en un espacio
necesario para mirarnos en ellos. La diferencia es
una producción política”, enfatiza, y por eso no hay
que dejar de lado la noción de que “hay una historia
construida en el racismo, anterior a lo que estamos
viendo ahora. Está sostenida en una antropología
racista del siglo XIX y en una filosofía que también
lo plantea desde el dualismo cartesiano. Cuando los
españoles llegan a estos territorios hablan de los in-
dígenas como habitantes sin alma. La cuestión del
alma la resolvían evangelizándolos. Es decir, si son
dominados. Pero, ¿qué pasa con el que se rebela y
no acepta entrar en este juego civilizatorio de domi-
nación que se da con mucha brutalidad según los te-
rritorios y según el tipo de españoles que llegaron?”.
Hoy estamos en un contexto globalizado de despla-
zamientos de personas debido a la pobreza, las perse-
cuciones, las guerras. Estamos en un cambio de para-
digma. Las personas nos desplazamos, insistimos, ya
no de sur a norte, sino que en todas direcciones. En
el norte se desplazan del este al oeste; desde el norte
de África a Europa; hay desplazamientos de sur a sur.
María Emilia no habla de flujos; yo tampoco.
Al deconstruir los conceptos que están detrás de la
historia será posible destrabar lo que nos pasa hoy;
la academia, piensa, debe “examinar los conceptos
de base para desnaturalizar sentidos comunes que ya
se han fijado, incluso, como científicos, validados y
legitimados desde la instrumentalización de una ra-
zón que ha justificado incluso los genocidios”. Y esto
tiene mucho que ver con cómo se legitima el castigo
contra la gente y con cómo el concepto de “clase” no
se puede separar del concepto de “raza” y tampoco
del concepto de “nación”. “Desde ahí vienen todos
los posicionamientos diferenciados para situarnos
como personas. Y es ahí donde algunos quedan más
abajo que otros; las naciones se quedan unas sobre
otras”, reflexiona María Emilia antes de acotar que
“el otro concepto asociado es “género” en esta trama
de clase-‘raza’-nación. En todas las construcciones
del racismo y el fascismo hay patriarcado. Si no ve-
mos eso en conjunto no vamos a lograr destrabar la
P.50
P.P. / Nº4 2017 / Dossier