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Diciembre 2015 - Enero 2016 / Nº 13 / El Paracaídas
ex Congreso Nacional. Su avión arribó
a un aeropuerto lleno de delegaciones
oficiales que participarían de las cele-
braciones de este hito histórico, muchas
de ellas anunciadas por la prensa como
“las fiestas populares del Chile nuevo”,
por las que doce escenarios se instalaron
en la Alameda para celebrar el triunfo
de la Unidad Popular. A ese Santiago
llegó Cortázar.
“Hace apenas unos días yo me encon-
traba en París y no pensaba venir a Chi-
le. Sentí de pronto que debía estar en
este país y ver cómo se realizaba esta
iniciación del socialismo. Ello me ha
permitido conocer a los jóvenes, a los
escritores. Sin embargo no he venido
como escritor sino como expresión de
una ideología y de una política, a fin de
vivir con ustedes esta experiencia so-
cialista de ustedes”, dijo Cortázar a El
Mercurio sobre este proceso de acerca-
miento a “lo que hoy más me preocupa:
el destino de Latinoamérica”.
A Cortázar le interesaban los encuen-
tros y las conversaciones informales.
Durante toda su visita estuvo escapan-
do de la oficialidad. Por lo mismo, el
encuentro con los estudiantes del Ins-
tituto Pedagógico, que duró un par de
horas, fue una de las instancias que más
se recuerdan de su visita, la tercera vez
que venía a Chile, la más recordada.
Ese día en el teatro de matemáticas el
calor sofocaba y no cabía un alfiler. Ce-
cilia Vicuña recuerda que todo fue “no
pauteado, no mediado, inmediato y es-
pontáneo. Cada uno levantaba la mano,
era un caos, y eso era lo lindo. Tú te en-
contrabas con él como si fuera un ami-
go, a pesar de que era un gran escritor,
tremendamente admirado y respetado.
Tú lo podías interpelar y él quería eso,
esa conversación de igual a igual. Eso es
lo que más resaltó de ese encuentro”.
Federico Schopf, profesor del Departa-
mento de Literatura de la Facultad de
Filosofía y Humanidades, asistió a la
actividad. Según su testimonio, la visita
de Cortázar al Peda -en esos años la Fa-
cultad de Filosofía y Educación- “pro-
dujo una enorme expectativa porque era
un autor de lectores que estaban des-
cubriendo la nueva narrativa hispano-
americana”, sumado a que el lugar del
encuentro “era un foco de movimiento
político que apoyaba a Allende”.
Antonio Skármeta ofició de modera-
dor en la ocasión. Sentado en el sue-
lo al costado del invitado, que estaba
sobre una silla, el autor de “Ardiente
Paciencia” estaba acompañado de una
moderna grabadora Sony traída desde
Alemania por un director de cine ami-
go, en la que registró toda la conversa-
ción. El año anterior, Skármeta había
ganado el premio Casa de las Américas
con el libro “Desnudo en el Tejado” y “a
partir de ese momento tuvimos alguna
correspondencia, entonces creo que ese
fue el contacto inicial y le preguntamos
si le gustaría venir y realizar ese acto, y
así se organizó”, recuerda.
En ese cassette quedó grabada la voz
grave de Cortázar y sus respuestas a las
más variadas preguntas de la conversa-
ción colectiva, que transitó “desde la
pregunta críptica a la ingenua”, escri-
bió Skármeta un mes después en una
edición de la Revista Ercilla, donde
quedó plasmada esta conversación in-
formal, editada por el moderador del
encuentro bajo el título de “Cortázar,
cita en la oscuridad”.
“Ese diálogo con él fue fantástico”,
cuenta Cecilia Vicuña. “Lo que más
recuerdo es que todo el mundo le hacía
las preguntas más diversas, pero una
de las que causó más risa de todo el
mundo, incluido Cortázar, fue un jo-
ven que le dijo que por favor hablara
de lo inefable. Todos se cagaron de la
risa porque en realidad el propósito de
la visita de Cortázar era hablar del pro-
ceso revolucionario chileno”.
A Cortázar lo movilizaba también el
vínculo entre el artista y la sociedad.
Algo que hoy, según Vicuña, se ha per-
dido del todo.
“En ese momento la voz de los artis-
tas, de los poetas, de los intelectua-
les, se oía. Chile tenía de candidato a
presidente a Pablo Neruda. Ser poeta
era más importante que ser político. A
partir del golpe de Estado el rol de los
intelectuales como pensadores, como
críticos de la sociedad, ha sido elimi-
nado”, asegura.
Llamaba la atención el contexto chi-
leno de esa década, en que todavía se
respiraba el ánimo de los sesenta. “La
cultura de la rebelión contra el siste-
ma era universal. En Europa, Estados
“(Su visita) produjo una enorme expectativa porque era un autor de lectores que estaban
descubriendo la nueva narrativa hispanoamericana”, cuenta Federico Schopf.