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El Paracaídas / Nº 13 / Diciembre 2015 - Enero 2016
EL DÍA QUE CORTÁZAR
VISITÓ EL PEDA
Sin agenda determinada y sin invitación
oficial, el escritor argentino llegó de incógnito
el 3 de noviembre de 1970 a Chile para
presenciar el proceso que vivía el país
con la asunción de Salvador Allende a la
presidencia. En esa visita alcanzó a compartir
con sus pares chilenos y con los estudiantes
de la Universidad de Chile en el Instituto
Pedagógico, además de perderse como un
cronopio en las noches santiaguinas.
Por: Francisca Palma y Ana Rodríguez
U
na tarde de noviembre de 1970, la artista visual y poeta
Cecilia Vicuña, entonces estudiante de Pedagogía en Artes
Plásticas, recorría el Instituto Pedagógico de la Universidad
de Chile en busca del teatro de matemáticas para rendir una
prueba. Si bien sus clases eran en la Escuela de Bellas Artes, algunas
las tenía en los prados de José Pedro Alessandri con Grecia.
Cuando llegó a dar la prueba, se encontró con que había sido
suspendida.
“Y en el teatro está Julio Cortázar sentado frente a una multitud,
unas 500 personas más o menos. Rápidamente me abrí paso entre
la gente; ya no había dónde sentarse, entonces la única posibilidad
era estar parada al lado de la puerta. No sé cómo me abrí paso y le
escribí una notita”, recuerda la artista a más de cuarenta años de
ese primer encuentro en persona con el autor de “Rayuela”.
Un año antes, en 1969, Vicuña y Cortázar habían comenzado una
relación de amistad por carta, cuando ella lo contactó para que no
visitara Chile. En marzo de ese año había ocurrido la masacre de
Puerto Montt, cuando diez pobladores en toma murieron y otros
setenta fueron heridos por la toma del predio Pampa Irigoin, en
el gobierno de Frei Montalva.
“Poco después de esa masacre el gobierno invitó a Cortázar*. Y a
mí me pareció un error que él se dejara manipular por un gobier-
no que estaba masacrando. Imagínate, lo que es la vida. Entonces
yo le escribí diciéndole que no viniera porque su presencia iba a
ser manipulada por el gobierno. Y él me respondió diciéndome
‘no te preocupes, no pienso ir’. Así empezó una relación de amis-
tad que duró toda la vida, hasta que él se murió”, recuerda.
Esa tarde de noviembre de 1970, Vicuña puso en el
bolsillo de Cortázar un papel en el que había
apuntado su teléfono y su nombre.
Así Cortázar la reconoció y
se saludaron por primera
*al Encuentro Latinoamericano de Escritores