“A pesar de llevar años cubriendo Amé-
rica Latina yo no tenía idea de la impor-
tancia, de las múltiples dimensiones ni
de la complejidad del conflicto armado
en Colombia” afirma Ferry, quien ha
cubierto cambios sociales, políticos y
medioambientales en Europa del Este,
África del Norte y Oriente Medio. Fe-
rry explica que su obra busca informar
al público de la verdad detrás de lo que
sucede ya que “la opinión generalizada es
que todo gira alrededor del narcotráfico”.
DÉCADAS DE LUCHA ARMADA
En una limpia y ordenada ciudad, un
bombero estadounidense se dispone a
cruzar una calle para reunirse con su es-
posa y su hijo cuando una bomba explo-
ta frente al consulado colombiano. Tras
el incidente, el hombre, hambriento de
justicia, persigue al terrorista responsa-
ble para vengar a su familia. La escena
descrita abre la película “Daño colate-
ral”, protagonizada por el actor Arnold
Schwarzenegger, que muestra una Co-
lombia en manos de guerrilleros aliados
de narcotraficantes, terroristas listos para
golpear Estados Unidos.
La escena anterior es sólo un ejemplo
de la visión que existe sobre el conflicto
armado en el país cafetero y que asola al
pueblo colombiano desde por lo menos
1948. En esa época en el país los campe-
sinos pobres presionaban al gobierno en
demanda de tierras y la represión –que
en los años ‘20 había cobrado la vida
de cientos de huelguistas de la empresa
United Fruit Company en la localidad
de Ciénaga- parecía ser la respuesta es-
tructural del Estado.
Los enfrentamientos llegaron a tal nivel
que el líder liberal, Jorge Eliecer Gaitán,
convocó en febrero de 1948 a una “marcha
del silencio” que reunió cien mil personas
demandando su fin. Pero el 9 de abril de
ese mismo año un pistolero de nombre
Juan Roa Sierra asesinó al dirigente y can-
didato presidencial, desatando disturbios
y saqueos que duraron días e iniciaron
un período denominado “La Violencia”,
que provocó cientos de miles de muertos.
Los enfrentamientos se extendieron has-
ta 1957, cuando liberales y conservadores
firmaron el pacto que dio vida al “Frente
Nacional”: una alianza mediante la cual
se turnaban el gobierno y se repartían en
partes iguales los cargos oficiales.
En el marco de la estrategia contrainsur-
gente impulsada por Estados Unidos en
la región durante la década de los ‘60 des-
de la Escuela de las Américas para acabar
con los grupos guerrilleros –con la guerra
de Vietnam como telón de fondo- nació
en 1964, bajo el influjo de la revolución
cubana y la figura de Camilo Torres, el
Ejército de Liberación Nacional (ELN)
y dos años después las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia – Ejército
del Pueblo (FARC-EP).
La guerra en Colombia iniciaba una
nueva etapa, que durante décadas estaría
protagonizada por las guerrillas de iz-
quierda y la violencia de Estado.
La violencia en Colombia vive ciclos
que alternan grandes enfrentamientos
con procesos de desmovilización y ne-
gociación. Así lo explica el profesor del
Instituto de Estudios Internacionales,
IEI, de la Universidad de Chile Gilber-
to Aranda, quien asegura que uno fue
el abierto en 1948, otro estuvo marcado
por la revolución cubana y otro por el fin
de la Unión Soviética, que provocó “una
reconversión de la violencia, apareciendo
elementos como la relación con el narco-
tráfico” y el secuestro.
Stephen Ferry coincide con esta visión.
“El conflicto se ha transformado de dis-
tintas formas a lo largo del tiempo. A fi-
nales de los ‘90 e inicios de los 2000 las
FARC-EP tuvieron un auge y llegaron
a controlar gran parte del país, pero lue-
go vino el auge del paramilitarismo de
derecha y sus matanzas en contra de la
población civil”, destaca.
SegúnAranda uno de los problemas cen-
trales para avanzar en el proceso de paz
corresponde a la desconfianza mutua. La
insurgencia tiene fresco el recuerdo del
exterminio del partido Unión Patriótica
en los años ‘80, formado por guerrilleros
desmovilizados, y el gobierno no confía
en organizaciones que han vulnerado las
mismas treguas que han anunciado.
Sin embargo, el académico asegura que
la sociedad mayoritariamente quiere la
paz, aunque no hay acuerdo sobre cuál
es el mejor camino para alcanzarla. “Hay
gente que piensa que ésta se alcanzará
“La ultra derecha, muchas veces con vínculo con las fuerzas de
seguridad, sigue asesinando a dirigentes sociales, las amenazas a los
líderes continúan a pesar de las negociaciones”, dice Ferry
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El Paracaídas / Nº 10 / Agosto 2015