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El proyecto de ley en cuestión ha sido la respuesta de

un sector de la clase política chilena a un momento

de la historia que despliega ante nuestros ojos una

de las mayores crisis humanitarias de las que se ten-

ga memoria, marcado por la injusticia de un capital

que circula con mínimas restricciones mientras las

personas que migran son perseguidas e incluso ase-

sinadas. En Chile nos conmovimos con la desgarra-

dora imagen de un niño muerto en una playa junto

a decenas de personas que corrieron la misma suerte.

Se advertía en la extrema lejanía esa injusticia, pero

paralelamente hacíamos oídos sordos o nos parecían

triviales las ofensas racistas a un futbolista y los gritos

xenófobos en los estadios.

El debate sobre la inmigración y el peligroso curso que

está tomando no es un asunto coyuntural, sino profun-

do y decisivo que nos coloca frente a nuestra propia his-

toria de racismo, una historia que tal vez ahora y no ma-

ñana podamos torcer. Por eso vale la pena evocar a una

de las mentes más lúcidas del siglo XX, el afrocaribeño

Frantz Fanon, quien en 1956 pronunció estas palabras

que hoy resuenan como aclaración y como advertencia:

Una sociedad es racista o no lo es. No existen grados de

racismo. No es necesario decir que tal país es racista pero

que en él no se realizan linchamientos ni existen campos

de exterminio. La verdad es que todo esto y algo más

existe en el horizonte.

“El debate sobre la inmigración y el peligroso curso que está

tomando no es un asunto coyuntural, sino profundo y decisivo

que nos coloca frente a nuestra propia historia de racismo, una

historia que tal vez ahora y no mañana podamos torcer”.

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P.P. / Nº4 2017 / Dossier