Estas cortinas que usted fue corriendo me imagino que tam-
bién le permitieron explicarse a qué responde esta creación
mitológica en torno a la figura de Mistral.
-Absolutamente. Siempre ha habido de parte del Estado
chileno una cooptación de determinados escritores en deter-
minados momentos. Y el caso de Mistral era la figura ideal
de la mujer ejemplar ofrecida al mundo cultural chileno y
en particular a las mujeres. Pero resulta que nada de eso era
cierto. Porque la imagen que se ofrecía de ella, y a la que ella
contribuyó también, fue una imagen absolutamente recorta-
da. Que tomaba ciertas cosas, las que convenían al poder, a
la cultura oficial, y esas eran las que canonizaba y proyectaba.
La representación de ciertos valores femeninos.
-Evidente. Hay un ejemplo que es absolutamente maravillo-
so. Es la historia de Romelio Ureta, este amor juvenil que
habría tenido Mistral y que se habría suicidado. Al parecer lo
que ocurrió es que estuvo involucrado en asuntos de dineros
mal habidos. Resultado de esto el hombre se pegó un tiro. Y
lo que dice Hernán Díaz Arrieta, que era el crítico canónico
de El Mercurio, es que todo lo que le pasó a Mistral poste-
riormente, incluso su poesía, son el resultado de ese tiro.
Se tiende a reducir la figura.
-A ponerla al servicio de toda esta mitología.
Aunque ella fue un personaje bastante complejo y en cons-
tante evolución.
-Lo fundamental de Mistral es una tensión enorme a lo largo
de toda su obra y que particularmente está en su poesía, entre
la cultura hegemónica y la otra cultura, que era una cultura
que ella percibía pero que en su interior estaba tensionada
por la oficial.
Esa tensión, ¿usted la ve reflejada en la poesía principalmente?
-Está en toda su obra, pero sobre todo la poesía. Porque la
poesía es, por naturaleza, por definición, el tipo de discurso
en el cual la dimensión connotacional aflora a primer plano.
En Chile se tiende a reducir. Con Mistral ha pasado y en los
últimos años se ha enfocado hacia que era lesbiana, al morbo
por la relación con Doris Dana.
-Parte de la tensión entre la cultura oficial y esta otra cultura
que está en el interior de ella tiene que ver con la sexualidad.
Así como hay una tensión en el plano religioso, en el político
y en una serie de otras dimensiones, también hay una tensión
en el plano de la sexualidad que está permanentemente a lo
largo de toda su obra. Y no se puede leer la obra de Mistral
sin tener en consideración esas dimensiones.
VIVIR EN EL POEMA
El poema de Chile es un texto que ella nunca terminó en
vida. ¿Cómo era la relación de Mistral con Chile?
-La máxima estupidez con el Poema de Chile es que se publicó
con el título de “Poemas de Chile”, como si fuera una colección
de poemas sobre Chile. Es un poema que fue componiendo
Mistral a lo largo de toda su vida. La tesis mía es que no ter-
minó el Poema porque en la última parte de su vida ella vivía
en el poema. El Poema era el espacio porque había perdido su
país natal, era la extranjera permanente donde fuera y lo único
que le pertenecía, el único lugar suyo, era el Poema de Chile.
El Poema de Chile es el Chile de Mistral, el Chile soñado.
Y este Chile soñado de Mistral es eminentemente naturaleza.
Todo lo que tiene que ver con la dimensión cultural, con la
dimensión política, la civilización, está borrado, con excepción
de algunos campesinos borrosos que aparecen. Mistral camina
a todo lo largo de Chile con un niñito atacameño al que le va
explicando en su poesía lo que es el país. Es una alegoría del
país soñado en el sentido freudiano y no es un canto a Chile.
Tiene que ver con el Chile que ella tiene en su interior, porque
con el Chile real tiene una discrepancia feroz.
¿Cuáles son esas discrepancias?
- La trataron muy mal. Una de las acusaciones estúpidas fue la
de carecer de título para enseñar. Luego de sus publicaciones
de joven en los periódicos de La Serena y Coquimbo, que son
“A Mistral le dan el Nobel en 1945, pero en Chile
no tiene derecho a voto”
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El Paracaídas / Nº 12 / Octubre - Noviembre 2015