-A Mistral le dan el Nobel en 1945, pero en Chile no tiene
derecho a voto. Con respecto a la cuestión femenina Mistral
de nuevo tiene una perspectiva tensionada entre la imagen
de la mujer que la cultura oficial impone y lo que ella consi-
dera que debe ser. Se expresa en la tesis de que la mujer debe
educarse, salir al espacio público, pero sin perder por eso sus
condiciones femeninas. Es enteramente comprensible en la
época; más todavía, es una especie de avanzada.
¿Y por qué Mistral se convierte en un referente tan impor-
tante para el movimiento feminista chileno?
-Es que así como hay lecturas sesgadas de un lado las hay
también del otro. Convertir a Mistral en una feminista
como las que se desarrollan desde los ’60 en adelante es un
anacronismo absurdo. Ponerla en esa posición, como una
especie de adelantada, no tiene ningún sentido. Tan poco
como leerla católica ferviente, madre frustrada. Son todos
estereotipos fabricados ya sea por la cultura oficial domi-
nante o contra dominante.
¿Cómo ve usted al movimiento femenino chileno en los
años siguientes?
-El movimiento feminista de los años ’20, ’30 y ’40 está orien-
tado a la obtención de derechos políticos. Y la máxima princi-
pal es el derecho a voto. Lo que dice Julieta Kirkwood es que
con la obtención del derecho a voto se produce una bajada de
brazos en el feminismo chileno. La verdad es que una cosa
eran los derechos políticos y otra los derechos civiles de las
mujeres, que no eran, y no son hasta el día de hoy, los mismos
de los hombres. Todo eso permaneció latente en los ’50 hasta
los ’60 cuando se aviva una efervescencia revolucionaria en el
continente y el país. Y surge con más fuerza todavía durante la
dictadura. El gran cartel es “democracia en el país y en la casa”.
Eso fue extraordinariamente fuerte hasta el fin de la dictadura
y el comienzo de una democracia en la medida de lo posible,
en que todo aquello pasa rápidamente a los organismos del
Estado, que empiezan a trabajar también el problema de las
mujeres en la medida de lo posible.
Se burocratiza.
-Y se localiza en temas y problemas que no son
los cruciales. En aquellos que no significan
conflicto para los gobiernos. Derechos para el
cuidado de los niños, para las contrataciones.
Pero las mujeres siguen ganando menos y
ahí nadie ha metido mano. Sigue habiendo
una considerable cantidad de femicidios, pero por ahí no se
entra. Para qué hablar de derechos sexuales.
Hoy día estamos a duras penas intentando una ley de despe-
nalización del aborto.
-Esa es la prueba. Esas trabas no las tuvo el movimiento fe-
minista en la dictadura. Y en ese sentido Kirkwood es una
figura monumental.
¿Eso es porque estaba mejor articulado?
-Se desarticuló por eso, porque en gran medida fue cooptado
por el Estado. Y muchas de esas mujeres pasaron a ser fun-
cionarias del Estado.
Se acaba de publicar una selección de discursos de Mistral,
Por la Humanidad Futura (La Pollera, 2015). ¿Cuál es la im-
portancia de la poeta como intelectual público?
-Tiene una cierta importancia, sí. No creo que sea funda-
mental. En primer lugar porque no estaba en Chile. En esas
condiciones, su participación en la vida pública chilena es
realmente muy secundaria. De todas maneras lo hizo y es-
cribió textos significativos que tienen que ver con la cuestión
rural. Pero no hay que sobredimensionar eso. Insisto, Mistral
importa no por eso, no por los discursos políticos, religiosos,
maternalistas, no porque obtuvo el Nobel. Importa porque es
una gran poeta.
Se lo pregunto porque da la impresión de que en el panora-
ma actual chileno hay una carencia de pensadores críticos. Y
Mistral podría ser un referente.
-Siempre Chile ha tenido un poeta oficial. Se les murió Gon-
zalo Rojas, a Parra no pueden recurrir porque el pobre hom-
bre tiene 101 años y necesitan a alguien. Entonces tienen que
resucitar a Gabriela Mistral.
¿Por qué enChile no tenemos ya intelectuales públicos? Gen-
te que esté interviniendo políticamente con su pensamiento.
-Una de las cosas que agudizó la dictadura fue la división
del trabajo en el plano de la cultura. Eso significa que a los
intelectuales o los echó al exilio o los mandó al interior del
mundo académico. Y le puso un candado a la puerta. Son,
somos muy pocos, los que hemos logrado salir más allá de
esa puerta. Pero si tú piensas en el momento anterior a la
dictadura, en los años ‘60, los profesores del departamen-
to de Literatura de la Universidad de Chile escribían en
los periódicos. Había vasos comunicantes entre el mundo
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El Paracaídas / Nº 12 / Octubre - Noviembre 2015