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“(Cancec) llegó e instaló un

altar en su oficina, con la virgen y

con cruces”, recuerda Gabriela Farías,

agregando que durante sus discursos el

Dr. Cancec revelaba su fervor católico

citando pasajes de la Biblia, o

leyendo poemas de su autoría.

la que sabíamos que había que tenerle mie-

do”, dice uno de sus compañeros.

Poco se sabe sobre qué pasó con Cancec du-

rante la década siguiente.No es asiduo a con-

gresos ni encuentros del gremio. No es cono-

cido por sus aportes a la disciplina, ni por el

prestigio de su práctica clínica. Una tortuosa

separación de la dermatóloga Arlene Jacial,

con quien empezó su noviazgo en años uni-

versitarios, y su despido de la Escuela de Sa-

lud Pública de la U. de Chile, son parte de las

huellas del doctor durante estos años.

VÍRGENES EN EL PSIQUIÁTRICO

“Cuando recién se instaló el gobierno de Pi-

ñera, había muchos rumores de que un mé-

dico que hacía algunas horas de urgencia en

el Hospital iba a ser el nuevo director. Y de-

cían que era este Dr. Cancec, que nosotros

en verdad no conocíamos ni de nombre”,

cuenta Gabriela Farías. Para la dirigenta, el

nombramiento habla de la poca importan-

cia que tiene la salud mental en Chile. “Si

lo hubiesen puesto de director del Hospital

Salvador habría sido un escándalo, pero en

el Psiquiátrico ponen a un médico de muy

poco prestigio y nadie dice nada”, comenta

una colega del facultativo.

Los funcionarios del Hospital no solo se

vieron sorprendidos por el nombramiento

del nuevo director, sino también por “ciertas

peculiaridades” que rápidamente evidenció.

“Por ejemplo, él llegó e instaló un altar en su

oficina, con la virgen y con cruces”, recuerda

Farías, agregando que durante sus discursos

el Dr. Cancec revelaba su fervor católico ci-

tando pasajes de la Biblia, o leyendo poemas

de su autoría.

Otro episodio de antología del ex director

que circula entre los funcionarios del Psi-

quiátrico habría ocurrido en la madrugada

de un domingo, cuando llegó acompañado

de una amiga a la Urgencia. “Parece que ve-

nían de un carrete”, dice Farías, quien cuenta

que ambos habrían venido vestidos de fiesta

y que Cancec le mostraba animado el

lugar a su acompañante, “como

alardeando de su trabajo,

algo totalmente inade-

cuado”, apunta la

asistente social.

“El doctor ten-

día a ser una

persona cerca-

na, o sea, algu-

nos lo sentían

así porque en las

tardes jugaba a

la pelota con los

funcionarios y co-

sas por el estilo. Pero

otro grupo pensaba que

era un déspota, un auto-

ritario, no sé por qué, tal vez

por su pasado en dictadura”, señala

Claudio Salazar. Esta última información

coincide con los dichos de un médico del

Servicio, quien califica la gestión de Cancec

como “bastante patológica”. “Él compar-

timentalizaba la información; con unos sí,

con otros no. El caso del niño es un ejemplo

súper patológico de su actuar, pero pasaron

más cosas durante ese tiempo, se generó un

ánimo, una cultura bien compleja en el Hos-

pital, con elementos bien extraños, como

la validación del maltrato entre los propios

funcionarios”, señala el profesional, que pide

no ser identificado.

Entre los recuerdos de Farías hay otro ejem-

plo de aquel particular modo con que habría

operado el médico: “Como al segundo mes

que él estaba aquí, llegó a trabajar al Hospi-

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Nº 5 enero 2015 / El Paracaídas