10
buenos nombres para agregarle peso a nuestros programas y a nuestras propuestas. Espero
que las sesiones formales del Comité nos dejen ocupar una parte de su tiempo para formular
observaciones sobre aquellos asuntos respecto a los que les solicitaremos ayuda. Según
oirán hoy, el Programa Regional no es grande y necesitamos mucha ayuda para cubrir un
área tan vasta como ésta.
Sería precipitado de mí, si no arrogante, tratar de aconsejar en esta área particular a
un Comité que se supone me va a asesorar a mí o entrar en cualquier profundidad en el
campo con un Comité que tiene algunas de las mentes más finas en el campo de la bioética.
Confieso, sin embargo, que habiendo mirado anoche lo que el profesor Drane preparó para
presentar hoy día, cambié completamente el tono de lo que iba a decir. Entonces, estas
reflexiones son más de mi historia personal y quizás expliquen los tipos de decisiones que
he tomado con respecto al Programa. Para los que puedan cuestionar esto, déjenme recordar
uno de mis aforismos favoritos. Hegel en la Filosofía del Derecho señaló, “no necesitamos
ser zapateros para saber si nos caben los zapatos, y de la misma forma, tampoco necesitamos
ser profesionales para adquirir conocimiento sobre asuntos del interés universal”. Así es
que si ustedes me acusan de ser impertinente, espero que recuerden a Hegel.
Quisiera reflexionar sobre el crecimiento y desarrollo de mi propio interés en este
campo particular. Cuando ejercía como un médico académico, formando estudiantes de
medicina, dediqué una considerable porción de mi vida a la investigación. Enseñé los
principios que creía en ese momento y en los que todavía creo. El primer principio es
Primum no nocere
y en verdad nunca podría separar mis principios de investigación de
aquellos que apliqué en la práctica clínica. En cierto sentido, cada vez que traté a un
paciente era un experimento.Así que cuando discutíamos los protocolos en aquellos primeros
días, nunca pensábamos en cosas como el consentimiento informado. Nuestra preocupación
principal era que la investigación tratara de responder algunas preguntas importantes y
que formulase una hipótesis que pudiera probarse y cuya no comprobación, en un sentido
popperiano, ayudaría a la causa. En esa época aborrecíamos la investigación que
denominábamos de “colección de estampas” o investigación con el solo propósito de recopilar
información.
Empecé a pensar más sobre estas cosas cuando me vine a trabajar a este país a
principios de los sesenta y empezamos a revisar en nuestro grupo algunos protocolos de
investigación que realmente ofendían mis sensibilidades. El tema de diálisis apareció en
escena en aquellos días y cómo algunos Comités de Ética tomaban decisiones que me
preocupaban sobre quién viviría y decisiones sobre quién moriría.
Me integré como miembro de un comité del Instituto de Medicina, el Comité sobre la
Ética de la investigación en los Países en Desarrollo, yme enfrenté con diferencias filosóficas
que me separaban de muchos de mis colegas norteamericanos, quienes, a mi parecer, parecían
adoptar el dictamen de
caveat emptor
, que el comprador se cuide y que las responsabilidades
quedan con los sujetos de investigación. En una de esas reuniones tuve el privilegio de
hablar con un médico distinguido, Walsh McDermott, quien me convenció de la necesidad
de expandir el concepto de lo que le interesaba al público e incluir la atención del individuo
como un asunto de interés público.
Introducción
1...,2,3,4,5,6,7,8,9,10 12,13,14,15,16,17,18,19,20,21,...152