maba Rodrigo, que venía de Estados
Unidos, que era hijo de exiliados”.
-Eso fue mi vida hasta antes de. Me
gustaba ir a fiestas, bailar Los Prisione-
ros, Los Enanitos Verdes, nos poníamos
a tocar guitarra, me gustaba pololear.
Siempre era adrenalínico, en los extre-
mos; entre el miedo y la alegría. Con ese
sentimiento de que podías cambiar el
mundo- recuerda.
Con Rojas de Negri volvieron a encon-
trarse ese 2 de julio de 1986, cuando,
neumático en mano, corrían a armar una
barricada; cuando fueron interceptados
por una patrulla de militares, liderada
por el comandante Pedro Fernández
Dittus, que los rociaron de bencina y les
prendieron fuego para luego abando-
narlos en una
carretera.DeNegri murió
a los pocos días. Luego de semanas so-
breviviendo en Santiago, Quintana par-
tió a Canadá, país que le ofreció costear
su tratamiento y operaciones.
Apenas se pudo levantar de la cama,
Quintana, una tímida joven, se con-
virtió en portavoz de la causa, denun-
ciando por el mundo las violaciones a
los
DD.HH.que en Chile ocurrían.
En 1988 volvió al país para participar
de la campaña del NO. Le ofrecieron
ser diputada, pero Quintana prefirió
“Cuando estuve en la Cámara de Diputados tenía ganas de arrancar y de llorar, al ver cómo la gente entraba y
salía, la poca seriedad y después la gente de la UDI que se oponía a una reparaciones miserables. Eso es una
revictimización, hace perder la esperanza en la humanidad, en que una sociedad como Chile vaya a salir adelante”
estudiar. Su tesis de sicóloga la hizo en
base a entrevistas a esposas de deteni-
dos desaparecidos. “Las respuestas eran
que no es posible el duelo porque ellas
no tienen los requisitos mínimos que se
necesitan, que son tener el cuerpo, saber
las circunstancias en que mueren sus se-
res queridos y el reconocimiento oficial.
Entonces siempre tratan con un muerto
vivo, eso les impide hacer sus vidas, la
herida sigue sangrando”, explica.
Quintana trabajó diez años en la unidad
de psiquiatría infanto-juvenil del Hos-
pital Gustavo Fricke de Viña del Mar.
El 2010 se incorporó al Departamento
de Responsabilidad Penal del Servicio
Nacional de Menores, donde conoció la
realidad de los jóvenes delincuentes.
-Era el mismo círculo siempre: fami-
lias muy pobres, donde los niños van a
colegios muy pobres, los niños general-
mente eran distraídos, los expulsaban
del colegio, después caían en la droga
y para conseguir droga empezaban a
robar; caían presos, había intentos de
rehabilitación, pero a la hora de salir
libres nadie les da trabajo y vuelven
al mismo círculo. Eso es un problema
social grave. La gente tiene que com-
prender que la delincuencia no es una
cuestión de maldad, sino que tiene que
ver con la pobreza y la desigualdad.
Está muy en boga hoy hablar de la de-
lincuencia.
-Claro, porque es un discurso que le
conviene mucho a la derecha, porque
se distraen de la raíz del problema, que
es la mala reparticipon de la torta.
Son temas de derechos humanos que
están pendientes, al igual que el dere-
cho a la educación, que también está
vulnerado en Chile. ¿Cómo ves al mo-
vimiento estudiantil?
-Me causa bastante esperanza ver a los
jóvenes implicados en la lucha por una
educación gratuita y de calidad. ¿Cómo
va a estar pagando por educarse gente
que después va a servir a la sociedad?.
Es una herencia del modelo que nos
dejó Pinochet. Por eso son importan-
tes las reformas, pero las reformas en
profundidad. Que se criminalice el de-
recho de las personas a manifestarse es
un atentado a la democracia.
¿Qué te parecen las reformas que enca-
bezaMichelle Bachelet?
-Están bien encaminadas, pienso que
están empezando y que se deben pro-
fundizar mucho más. Es el momento
de que la gente comprenda y no se
engañe al votar. No hay otra forma
que no sea a través de la política de
transformar esto. La gente tiene que
ser política.
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El Paracaídas / Nº 10 / Agosto 2015