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Arte en la Chile

Revista de la Facultad de Artes

Reabriendo la puerta hacia

la historia del MAC

REPORTAJE

Recorrer parte del quehacer cultural de Chile es lo que ha permitido la apertura del pasillo interior

que une la sede Parque Forestal del Museo de Arte Contemporáneo (MAC) y el Museo Nacional

de Bellas Artes (MNBA), lo que invita a preguntarse por el origen del edificio y el desarrollo del

arte nacional.

“E

s uno de los gestos culturales más importantes de

la historia reciente del país, en especial por su co-

herencia con la Reforma Educacional”, señala Fran-

cisco Brugnoli, académico de la Facultad de Artes y director del

Museo de Arte Contemporáneo (MAC), al referirse a la gratui-

dad en el ingreso a los museos que dependen de la Dirección

de Bibliotecas, Archivos y Museos (Dibam), política a la que

recientemente se sumó la institución que dirige.

Así quedó estipulado luego de la firma de un convenio y de la

apertura de una de las puertas que antiguamente unía los dos

extremos del Palacio de Bellas Artes, la que hoy comunica a la

sede Parque Forestal del MAC con el Museo Nacional de Bellas

Artes (MNBA).

“Desde que asumí la dirección que he deseado la reapertura de

este pasillo, lo que no se había podido concretar por distintos

factores”, cuenta Brugnoli. Y esa posibilidad comenzó luego de

este anuncio gubernamental y el posterior cuestionamiento que

el académico hizo respecto de la situación en la que quedaría

el MAC, que no fue considerado en el proyecto de gratuidad.

“Fue ahí cuando el director de la Dibam, Ángel Cabezas, tomó

la iniciativa y permitió que esto ocurriera”, recuerda. Y agrega

que “volver a abrir esa puerta significa restituir el espíritu original

del Palacio, claro que en un sentido distinto: hoy es un espacio

universitario y estatal que entra en relación con uno de gobier-

no, pero en su origen era para mantener vivo el lazo entre la

formación y la historia del arte”.

Palacio de Bellas Artes

Con la fundación de la Academia de Pintura de Santiago en

1849 se inició formalmente el estudio y enseñanza de la dis-

ciplina en Chile. A esta institución luego se le denominó Aca-

demia Nacional de Pintura, después Sección de Bellas Artes y

posteriormente Escuela de Bellas Artes, la que vivió un periodo

de inestabilidad a fines del siglo XIX.

Entre 1891 y 1902, “la Escuela tenía sólo dos profesores y dos

cursos que se impartían en un clima de conflicto y suspicacia.

Por eso el Consejo de Instrucción Pública le encargó a Ma-

nuel Barros Borgoño, Rector de la U. de Chile, que formulara

su reorganización”, cuenta Gonzalo Arqueros, historiador del

arte y académico del Departamento de Teoría de las Artes, ha-

ciendo referencia a los informes de Emilio Rodríguez Mendoza

(1904) y Virginio Arias (1908).

Gracias a esos cambios aumentó el número de clases y, a partir

de 1900, se concibió la idea de un edificio para albergar tanto

a la Escuela como al Museo de Bellas Artes, los que “estarían

comunicados por medio de escaleras dispuestas para que los

alumnos

pudieran

tener acceso directo a las obras”, señala el

libro

Del taller a las aulas

.

La institución moderna del arte en

Chile (1797-1910).

La investigación también destaca que cada sector debía

edificarse teniendo en cuenta sus propias necesidades, pa-

rámetros bajo los cuales el arquitecto Emilio Jecquier deli-

neó el inmueble que, finalmente, se inauguró en 1910, en el

marco de las celebraciones del centenario de la República.

Sin embargo, la comunicación interna se vio interrumpida a fi-

nes de los años 20, luego del cierre de la Sección de Arte Puro

de la Escuela antes mencionada y el posterior envío de profe-

sores y alumnos a Europa. “La historiografía del arte chileno

consigna ese episodio como el inicio de una reforma en los

estudios de Bellas Artes y de Artes Aplicadas. Al mismo tiempo

incidió en la formación de la Facultad de Bellas Artes, cuyo de-

creto se firmó el 29 de diciembre de 1929”, explica Arqueros.

Por Isis Díaz y Damaris Torres