es un símbolo de las resistencias, de esas ganas y ese espíritu que siempre ha tenido
la Fech y la juventud chilena de poder democratizar el país. Sabíamos que había un
espíritu en la ACU que es el que tienen los estudiantes de la Universidad de Chile:
más movilizados, más conscientes del espíritu que los rodea- reconoce Ogass.
La donación del archivo de la ACU al Archivo Fech contempla la historia completa
de la organización, tanto a nivel central como de sus ramas y de las distintas sedes
de la Universidad. Hay libros de acta de las reuniones, recortes de prensa, afiches,
fotos, la colección de revistas y publicaciones. Toda una historia por rescatar.
LOS HUÉRFANOS
La historia de la ACU se remonta al ’77, cuando Jorge Rozas, estudiante de Ingeniería
y miembro del conjunto folclórico de esa escuela, convocó a los demás grupos que había
en la Universidad de Chile. Al llamado respondió el conjunto del campus Antumapu,
de Casa Central y otras sedes, y formaron la AFU,Agrupación Folclórica Universitaria.
El primer evento que organizaron fue un festival de música en el teatro IEM, hoy
cine Normandie, en calle Tarapacá. Así, cuenta Remis Ramos, partió un movimien-
to cultural que a poco andar cambió su nombre a ACU, “por la necesidad de ampliar
el contexto de trabajo. Ya no era solamente folclórico, sino que estaban interesados
estudiantes de otras áreas distintas como literatura, teatro, plástica”.
En plena dictadura existía un deseo muy fuerte entre los estudiantes por generar
actividades. Sin representantes ni organización, Ramos dice que se sentían huérfanos.
-Todos los dirigentes que hubo en la historia estudiantil hasta el año 1973 ya no estaban.
La mayoría tuvo que migrar, algunos fueron detenidos, otros desaparecidos- dice.
La ACU fue juntando una masa de jóvenes, los vínculos se fueron gestando y cre-
ciendo de manera exponencial. En poco tiempo, la ACU pasó a ser una gran agru-
pación, “una de las más grandes de la historia de Chile en términos no tanto de
número de gente, sino como tipo de organización”, dice Ramos.
Dada la situación de represión generalizada, fue imposible tener una estructura
jerárquica. La ACU, entonces, fue horizontal. Los estudiantes empezaron a armar
talleres culturales en todas las escuelas de la Universidad. Se hicieron grupos de
literatura, teatro y música. El movimiento comenzó a hacerse fuerte y real.
Los ACU organizaban el pegado de afiches en árboles, sabiendo que detrás
de ellos venían los agentes de la dictadura sacándolos. Y detrás de ellos,
otra vez venía la ACU volviendo a pegarlos. “Siempre se consideraba que
había que pegar los afiches que habían sacado los sapos”, dice Ramos.
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Nº 8 junio 2015 / El Paracaídas