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P.38

P.P. / Nº4 2017

INTERNET, BURBUJAS DE

OPINIÓN Y NOTICIAS FALSAS

POR CLAUDIO RUIZ,

Director Ejecutivo

PABLO VIOLLIER

, Analista de Políticas Públicas

ONG Derechos Digitales

En 2006 Yochai Benkler publicaba

The Wealth of Networks

.

Allí, haciendo un guiño a Adam Smith, Benkler teorizaba sobre

la sociedad de la sociedad de redes a la que dio paso la denomi-

nada sociedad de la información industrial. El libro sugiere que

los cambios en medios de producción, consumo e intercambio

de contenido supondrían beneficios para construir una sociedad

cada vez más abierta e igualitaria.

De alguna forma, el influyente libro de Benkler entregaba un

sustento teórico a un fenómeno tan novedoso como acelerado,

aquel que destruía la distinción emisor-receptor propia de la era

industrial para dar paso a un estadio donde sería la tecnología

la que disminuiría de manera radical las brechas existentes, pu-

diendo cualquiera ser un emisor de contenidos

online

, sin nece-

sidad de pasar por las anquilosadas estructuras de los medios de

comunicación tradicionales.

Diez años después de la publicación de The Wealth of Network

vale la pena preguntarse qué tan fundado estaba el optimismo

expresado por Benkler en el potencial democratizador de Inter-

net. La misma Internet que permitió la irrupción de los blogs,

redes sociales y Wikipedia también permitió la existencia de

violencia de género y discriminación online, supresión de con-

tenidos críticos y formas novedosas de censura. En este mismo

sentido, a propósito de la última elección presidencial estadou-

nidense, ha llamado la atención la aparición de conceptos como

las burbujas de filtros y las ‘

fake news

’, en las que quisiéramos

detenernos con algo más de detención.

Burbujas de filtros

La popularidad de los servicios

online

más populares depende,

en gran medida, de la capacidad que tienen de mostrarnos

aquello que queremos ver. Eso explica, por ejemplo, que Face-

book cambie hace años la forma en que presenta el contenido

en su página principal, desde un criterio cronológico a una

fórmula algorítmica misteriosa cuya decisión toma en cuen-

ta con quiénes hemos interactuado últimamente, dónde nos

encontramos, qué perfiles hemos visitado con anterioridad,

entre otros factores. Lo mismo ha hecho, más recientemente,

Instagram y Twitter. Asimismo, Google es capaz de mostrar-

nos resultados más “precisos” gracias al data

mining

y nuestro

historial pasado de búsqueda.

Que nuestros principales métodos de comunicación y de ob-

tención de información nos muestren preferentemente lo que

queremos ver no puede sino tener consecuencias en la forma en

que nos informamos e interactuamos. Varias estadísticas mues-

tran cómo, en particular los jóvenes, se informan primordial-

mente cada vez más a través de redes sociales (incluso cuando

Columna