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diversos modelos de gobierno, ni tampoco se conocía, por ejem-

plo, la diferencia entre plebiscito, referéndum y consulta, un

punto crítico de la discusión. Pero contra todo pronóstico, a las

19:15 se tomaba la foto de rigor con el orgullo y la satisfacción

de la tarea lograda.

Aunque no sirva de nada

En el mundo de Arelis muchos de sus conocidos participaron en

ELA o Cabildos, porque reconoce que se mueve en el entorno

privilegiado que suele caracterizar al mundo universitario. “Vivo

en Providencia, que es de las comunas donde hubo más ELA.

Yo creo que igual fue un proceso bien

elitizado

”, apunta. En el

mundo de Noemí, en cambio, ella fue la única. Intentó motivar a

sus vecinas del Centro de Madres de San Bernardo, pero “de esos

temas no se habla, para ellas es un tabú la política”.

La cotidianidad de Noemí es distinta. Trabaja en su casa como

masoterapeuta especializada en tratamientos reductivos, con lo

que no sólo pone en práctica la carrera técnica que estudió pa-

sados los 40 años, sino que también sostiene la casa y la vida

de sus hijas, aunque “hay meses buenos y meses malos”. Ella

decidió hacerse parte del proceso porque, dice, ha empezado a

comprender que no saca nada con reclamar y acumular rabia,

aunque luego de participar se dio cuenta de que “daba lo mis-

mo, nada de lo que una dijo ahí sirvió”.

Arelis participó por razones institucionales y personales. Las prime-

ras, relacionadas con su labor en el OCAC, la comprometen con

este tipo de iniciativas, pero desde lo personal la impronta es otra.

No comparte la forma en que se estructuró el proceso, pese a que

era “a prueba de tontos”.

A pesar de los reparos, Arelis piensa que son pocos los espa-

cios de deliberación política en que las mujeres pueden tomar

la palabra. Lo que le parecía más atractivo del encuentro era,

precisamente, no centrarse sólo en las temáticas de género, sino

discutir junto a sus compañeras sobre temas como el rol de las

Fuerzas Armadas o la educación.

Arelis y Noemí repasan este proceso casi un mes después en un

café santiaguino. Allí concluyen que el problema no es sólo el

diseño de la etapa de participación ciudadana, sino el desencan-

to, la falta de motivación, el fatalismo de un país en que sus ciu-

dadanos piensan que hagan lo que hagan, digan lo que digan,

“igual en la mañana me tengo que levantar a trabajar, igual me

voy a jubilar con una miseria”.

Aunque discrepan frente a muchos temas, ambas coinciden

en que hay que cambiar la Constitución. “Porque es injusta.

Está hecha para beneficio de algunos pocos, porque no puede

un pueblo vivir sin participación, porque no pueden ser los de

siempre”, opina la madre.

Para Arelis se trata de “una Constitución ilegítima en su origen,

que está manchada con sangre, que está maniatada y hecha a la

medida de los intereses de un pequeño grupo que tiene muchos

privilegios económicos y políticos. Por eso yo creo que sí hay

que cambiarla. Ahora, ¿cómo escribir una nueva? No tengo una

respuesta para eso. También me hago la pregunta respecto de la

legitimidad. Porque una Constitución que hagamos ahora, con

un proceso que no es vinculante, con una ciudadanía que está

desencantada, que no va a ser escuchando a las bases, ¿va a ser

legítima?”, se pregunta Arelis.

Sacando en limpio lo bueno y lo malo, Noemí se queda con

bastante de dulce y agraz. Lamenta profundamente darse cuen-

ta en el ELA de que su mundo es “tan pequeño”, sentirse ig-

norante y pensar que le falta demasiado por aprender sin saber

si tendrá el tiempo para hacerlo. A la vez, el rostro alegre de

Arelis se aflige cuando se pregunta cómo materializar sus luchas.

“Es súper fácil decir que necesitamos educación no sexista, pero

¿cómo haces tú que todos los profesores de Chile en su sala de

clases no tengan sesgo de género con sus estudiantes? Es super

difícil la democracia, ponernos de acuerdo, echar a andar pro-

puestas”. Arelis no tiene las respuestas, pero está encantada por

el solo hecho de haberse reunido con tantas mujeres a hablar de

política, porque aunque no sirva de nada, todas ganaron por el

“efecto par”.

Sin los abogados y las abogadas presentes

el aterrizaje de la discusión habría sido

imposible. Entre una mayoría de profesionales universitarias no había claridad de los

diversos modelos de gobierno, ni tampoco se conocía, por ejemplo, la diferencia entre

plebiscito, referéndum y consulta, un punto crítico de la discusión.

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Nº2 2016 / P.P.