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“La asamblea constituyente

es la manera adecuada para tener una

Constitución. Frente a este tema hay mucho fetichismo. Algunos creen

que una asamblea constituyente es sinónimo de la decapitación de la

Revolución Francesa y la verdad es que no tiene nada que ver”.

El abogado Davor Harasic cumplió recientemente un

año como Decano de la Facultad de Derecho de la Uni-

versidad de Chile, donde ejerce como profesor desde 1986.

Una de sus tareas en el decanato ha sido generar un inten-

so debate sobre una nueva Constitución. Para él, la actual

Carta Fundamental tiene un vicio de origen -al ser dise-

ñada y promulgada en dictadura- que debe ser reparado

con un proceso amplio y participativo que decante en una

asamblea constituyente. “El proceso social para que exista

una nueva Constitución no lo detiene nadie. Ahora, el me-

canismo impulsado por este Gobierno no va a cumplir con

ese propósito”, dice.

¿Por qué el actual proceso constituyente es limitado en

ese objetivo?

Mi impresión es que el Gobierno se vio sobrepasado

por la demanda ciudadana y quiso enfrentarla quebrando

la menor cantidad de huevos. Entonces, anunció un pro-

ceso que va a concluir supuestamente en el próximo go-

bierno. Es una manera insuficiente de asumir una nueva

Constitución. No ha encantado a la gente. Las personas

no han participado en el proceso de forma mayoritaria a

objeto de plasmar sus pretensiones.

Una de las críticas es que ha sido un proceso elitista,

reducido a los grupos más acomodados…

Obvio. El Gobierno ha tratado de satisfacer la de-

manda por una nueva Constitución en la medida de lo

posible. De todos modos, la discusión en torno a este

tema ha sido rica y demuestra que se puede tener una

nueva Carta Fundamental.

¿Es posible una asamblea constituyente para esta nueva

Constitución?

Desde mi punto de vista, la asamblea constituyente es

la manera adecuada para tener una Constitución. Frente a

este tema hay mucho fetichismo. Algunos creen que una

asamblea constituyente es sinónimo de la decapitación de

la Revolución Francesa y la verdad es que no tiene nada

que ver. Este mecanismo es la forma apropiada para que los

ciudadanos nos expresemos sobre una nueva Constitución.

Es mucho más válida que un simple plebiscito. Son dos

mecanismos posibles y se debe debatir sobre ellos, pero no

cabe la menor duda de que existe consciencia social sobre la

ilegitimidad de la actual Constitución. Por eso, la Facultad

de Derecho se ha involucrado en esta discusión. Tuvimos

60 especialistas el año pasado -de la A a la Z, ideológica-

mente- y nadie estuvo en contra de una nueva Constitu-

ción. Nosotros no estamos elaborando el nuevo texto cons-

titucional, porque eso sería arrogarnos un rol que no nos

corresponde, pero queremos encauzar este debate.

¿La ilegitimidad de la actual Constitución se cruza con la

crisis de legitimidad del sistema político en su conjunto?

Más allá de la ilegitimidad de esta Constitución, existe

una deslegitimidad institucional. Ninguna institución se li-

bra de la mala percepción ciudadana. Es cosa de ver el des-

crédito de los partidos políticos. Esto no se soluciona par-

tiendo de cero, sino que con una institucionalidad distinta.

Uno de los hechos que ha producido esta desconfianza

hacia las instituciones es la oscura relación entre dinero

y política ¿Cómo se regula desde el derecho esta relación?

El derecho encauza determinadas situaciones. En Chi-

le, durante muchos años, se financió la política de un modo

que hoy no es aceptable. Ahora los ciudadanos queremos

que nuestros políticos se financien de otro modo. En este

contexto, lo único que puede hacer el derecho es encauzar

ese proceso. El derecho no cambia las estructuras, no cam-

bia la sociedad. Es la sociedad la que cambia y el derecho le

da la forma a ese cambio.

Al participar de este tipo de discusiones, ¿no se “politi-

za” la Universidad, como algunos acusan?

No es politización. Nosotros no hemos dicho ‘debemos

conducirnos hacia una sociedad de mercado, o socialista, o

solidaria’. Hemos escuchado a los expertos de todos los sec-

tores. Por lo tanto, no es una politización de carácter ideoló-

gico. Pero sí defendemos una ‘politización’ que sea servir al

país, porque como universidad pública tenemos ese deber.

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P.P. / Nº2 2016