LA IMPORTANCIA DE UN
CANAL CULTURAL Y
EDUCATIVO (DE VERDAD)
POR PABLO PERELMAN
Cineasta / Vicepresidente Asociación de Directores y Guionistas (ADG)
A los directores y guionistas del cine nacional el anuncio pre-
sidencial de la creación de un Canal Público Cultural y Educa-
tivo (CCE) nos llenó de entusiasmo: por fin un gobierno com-
prendía la dimensión cultural de la TV y su enorme potencial
para apoyar una educación de calidad.
A nivel popular no hay otro medio, ni siquiera el aula o la familia,
que supere a la TV (por comercial y liviana que sea) a la hora de
dotarnos de “un contexto coordinado de valores, creencias, con-
ceptos y simbolizaciones”, como dice Sartori. Si a esto agregamos
su capacidad de informar y formar opinión es fácil imaginar las po-
sibilidades que tendría si su finalidad fuera directa y honradamente
“cultural y educativa” en vez de solapadamente “comercial”.
Dirigida a un público carenciado culturalmente, le permitiría
a éste acceder a materiales y herramientas para progresar en ese
plano, complementando su educación formal.
Dirigida a un público infantil, daría contenidos adecuados que
no se encuentran en ningún canal de TV abierta.
Basando su programación en producción nacional de calidad,
rentabilizaría el patrimonio cultural creado por intelectuales,
artistas, científicos y educadores chilenos de todos los tiempos.
Liberada de la presión comercial, sus logros culturales y educa-
tivos no se medirían con criterios de masividad tipo
rating
, sino
a través de estudios cualitativos de audiencia.
Esta era la expectativa de los cineastas.
Pero luego de un año de secretismo e incertidumbre respecto del
modelo a implementar, el Gobierno propone una Indicación
Sustitutiva a la Ley de TVN donde incluye al CCE como filial,
dependiente de su directorio y de su administración.
Tal dependencia nos provoca la mayor desconfianza.
TVN, junto al resto de la televisión abierta, hace (y seguirá ha-
ciendo, ya que la Indicación Sustitutiva mantiene la exigencia
de autofinanciamiento) un tipo de televisión cuyo fin es atraer
y conservar audiencias medibles en
rating
que permitan captar
la mayor y más cara publicidad posible. Esa fórmula implica
una ideología y una forma de hacer televisión ad hoc. Define un
punto de vista concreto.
La Indicación Sustitutiva dice que el punto de vista desde el cual
se definirán los fines, la programación y la forma de evaluar ca-
lidad e impacto del CCE será igual a TVN, ya que su directorio
y gobernanza en general dependerán completamente de dicha
estación. Es como si, al nacer, el Metro de Santiago hubiera
dependido de los Ferrocarriles del Estado.
Sólo un directorio autónomo del gobierno y de TVN, represen-
tativo del mundo de la cultura, la ciencia y la educación, estará
en condiciones de exigirle a la dirección del CCE que no haga
más de lo mismo en materia de televisión abierta.
“Una búsqueda explícita de la educación en sí misma, fundada
en la comprensión, el placer, la transmisión de lo mejor que la
razón y la imaginación han producido en el pasado y producen
en la actualidad”, al decir de George Steiner, debe ser su misión.
Su programa debería:
-Promover el pensamiento crítico en niños y adultos me-
diante el debate, incluso el debate sobre el canal mismo y los
demás medios;
-Divulgar las creaciones y opiniones de todas las fuerzas cultu-
rales, especialmente las regionales y de minorías;
-Constituirse en referencia de calidad para toda la televisión
chilena;
-Poner a disposición de los estudiantes un repositorio audiovi-
sual que complemente sus estudios.
Si bien es lógico que el Estado quiera rentabilizar su inversión
en la infraestructura de TVN, eso no obliga a someter al CCE
a la dependencia administrativa, programática y de gestión
que propone el Gobierno. Es algo que el Parlamento tiene la
oportunidad de corregir y donde concurrirán de buena gana
los sectores naturalmente concernidos: educadores, científicos y
audiovisualistas, entre otros, con sus aportes.
Columna
P.30
P.P. / Nº2 2016