Montados sobre una yegua aparecen
Francisco Casas y Pedro Lemebel (1952-
2015) por Las Encinas. Es 1988 y la
Universidad de Chile, intervenida por
la dictadura, insistía en sus resistencias y
también en sus retiradas. Hoy, a casi tres
décadas de ese día, quienes los vieron
llegar o aquellos que tuvimos noticias
de esa performance no podemos olvidar
e imaginamos. Imaginamos aún desde
las explanadas de la resistencia y tam-
bién desde las puertas cerradas de las re-
tiradas. Acción y política, artes visuales,
cuerpos y deslindes de una historia larga
y un relato corto es lo que hoy Francis-
co Casas nos vino a recordar, cuando se
remece la memoria.
En los extramuros del X° encuentro
“eX-céntrico: disidencias, soberanías,
performance” –organizado entre el 17 y
23 de julio por el Instituto Hemisférico
de Performance y Política de la U. de
Nueva York, fundado por Diana Taylor,
la Vicerrectoría de Extensión y Comuni-
caciones y el Departamento de Teatro de
la Facultad de Artes de la U. de Chile, en
colaboración con el Consejo Nacional de
la Cultura y las Artes–, Casas expuso en
la galería Metales Pesados Visual lo que
es hoy: su travestismo del siglo XXI.
Su cuerpo estuvo ahí, en calle Merced,
conversando con amigos y con poca pren-
sa, pero también estuvo en las pantallas
que cuelgan de las paredes blancas de
este espacio ubicado en un territorio de
moda, en pleno barrio Lastarria. En esas
pantallas, “Pancho” Casas –el mismo que
en 1987 fundó, junto a Lemebel, el co-
lectivo Las Yeguas del Apocalipsis– se co-
nectaba con el agua mostrando su última
performance,
Ese’eja
(2011), resultado de
una residencia en el Amazonas peruano,
donde hizo un viaje en balsa por el río
Tambopata con una cámara Bolez de 16
mm. Navegó desde los glaciares de Puno
hasta el río Madre de Dios, rodeado por
los bosques donde el grupo Ese’eja alguna
vez construyó su vida.
“Pancho” Casas vive y trabaja en Lima,
Perú, desde 2013. Y no extraña nada de
Chile, o por lo menos se empeña en que
todos lo crean. Su biografía académica y
artística es extensa, sujeta a vacíos y de-
mandas por coherencias. Estudió Litera-
tura en la Universidad Arcis entre 1984 y
1987, y realizó una maestría en Literatura
y Psicoanálisis en la Universidad de Chi-
le en 1988. Su nombre remite a vestidos
largos, tragedia en los ‘70 y ‘80, opulencia
en los ‘90, mundos felices, contradicto-
rios, bizarros, combatientes, amorosos, a
luchas de subjetividades y egos. Su nom-
bre remite a mundos críticos, lumpéricos,
obreros, burgueses. Su nombre es un con-
tinente que nos conecta con un Chile que
aún, aunque cueste creerlo, muchos no
quieren ver por conservadurismos obsce-
nos o bien porque el ruido del arte con-
vertido en moda no deja oír (ni ver). Los
mismos que, es probable, no quieran to-
car a esta América Latina de fronteras di-
fusas y tercermundistas que autores como
él nos lanzan a la cara.
Casas, autor de
Sodoma Mía
(poesía,
Editorial Cuarto Propio, 1991),
Yo, ye-
gua
(novela, Editorial Seix Barral, 2004),
Romance de la inmaculada llanura
(poe-
sía, Editorial Cuarto Propio, 2008),
Romance del arcano sin nombre
(poesía,
Chancacazo, 2010) y
Partitura
(novela,
Chancacazo, 2014), camina por Lima,
por su Barranco literario, libre. Y se em-
peña en decirlo al reconocer la densidad
cultural de Perú, donde ha sido profesor
de crítica cultural en la Escuela de Arte
Corriente Alterna en Lima y hoy cura-
dor de la galería de arte Ginsberg (así
de
beat
). Le gusta recordar que ha sido
invitado como artista, escritor y confe-
rencista a la Universidad de Berkeley, la
Universidad de Chile, la Universidad de
Nueva York, la Universidad Autónoma
de México, el Centro Wilfredo Lam de
La Habana, el Instituto Latinoamerica-
no de Cultura (ILA) de Roma, el Museo
Reina Sofía, Madrid, y recientemente al
Museo MALI de Lima y a la Pontificia
Universidad Católica del Perú.
Y le gusta recordar que “cuando con Pe-
dro Lemebel pensamos la performance
Refundación de la Universidad de Chile
decidimos entrar a la Facultad de Artes,
en Las Encinas, montados sobre una
yegua que se llamaba “Parecía”, que era
como Rocinante de
El Quijote
”. Y hoy
recuerda así para esta Universidad crítica,
compleja, política.
“Parecía” (así se llamaba) era una “yegua
carretonera que la habíamos rentado en
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Nº2 2016 / P.P.