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otras preguntas. Y, entonces, para que la mayor parte de la población se encuentre en las
posiciones centrales, y no sea el caso que en general haya optado en los ítems que
componen la escala por esas posiciones centrales, lo único que nos queda es –
sencillamente- que las personas combinaron posiciones intolerantes en algunos ítems con
posiciones tolerantes en otros. O para decirlo de otro modo y de forma simplificada, que
nadie es tolerante en todos los asuntos y que nadie es intolerante en todos los temas.
Esto pudiera parecer, a primera vista, una forma de ‘contradicción’ en el juicio de las
personas. Que mantener posiciones tolerantes o intolerantes al mismo tiempo es una forma
de inconsistencia. Pero eso sería desconocer el carácter del sentido común. Porque si algo
no hace el sentido común, es operar en forma ‘deductiva’ o de principios: Partir de una
posición básica –‘es bueno ser tolerante’- y luego aplicar ese principio a diversas esferas
del mundo social. El sentido común es ‘ad-hoc’, particularizante etc. Para cada situación
en la que tiene que emitir un juicio, sopesa los diversos valores y posiciones que tiene para
establecer para ese caso un cierto juicio. O, para decirlo de otro modo, par el sentido común
no es lo mismo –no se está hablando de la misma situación y de los mismos temas- cuando
se opina sobre ‘Ante dificultades importantes, los hombres tienen más valor y están mejor
preparados que las mujeres para enfrentarlos’ que cuando se habla sobre si ‘Lo que necesita
la juventud es autoridad, determinación y voluntad de trabajar y luchar por la familia y la
patria’.
En cierto sentido, para el sentido común, no existe tanto un objeto general y abstracto de
‘tolerancia’ como diversos objetos. Y, en ese sentido, no hay contradicción porque no
representan el mismo tema. Las personas pueden pasar tranquilamente de posiciones
tolerantes a intolerantes sencillamente porque lo que no estaría constituido como tal es el
objeto ‘tolerancia’.
Otro asunto de interés al examinar la forma de las distribuciones es cuando se compara la
intolerancia con la discriminación. Porque los ítems que miden discriminación –como el
sexismo- claramente tienen una distribución diferente a lo que ocurre en los ítems que
miden tolerancia. Mientras en la discriminación aparece como casi imposible declarar ser
discriminador, y por tanto los ítems tienen una forma muy clara: una gran concentración en
la posición no discriminadora. Pero como hemos visto, la distribución de los ítems en
relación a la intolerancia sigue una lógica distinta: con una fuerte polarización.
Y por tanto la pregunta es ¿por qué es posible ser, o con mayor exactitud, declarar ser
intolerante pero no sucede lo mismo con la discriminación? Aunque el presente estudio no
puede profundizar en las razones de esta diferencia, si es posible aventurar algunas ideas al
respecto.
Una posibilidad para explicar esa diferencia es que mientras la discriminación es –casi por
definición- un asunto público, la intolerancia no lo es (varias, no todas, de las preguntas
tenían que ver con opiniones privadas ). Y entonces, en una sociedad que se vuelve más
compleja –donde por definición hay más diversidad- una conducta discriminatoria se
vuelve menos ‘presentable’: Hay menos lugar para que en el espacio público se deje a
alguien afuera, porque ya aparece como claro que no todos son el mismo sujeto. Pero estas
consideraciones no se aplican a la intolerancia –entendida como un asunto privado, de si se
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