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odrigo Villablanca, líder de la comunidad diaguita

Sierra de Huachacán, en la parte alta del Valle del

Huasco, región de Atacama, dice que en la cuenca

del valle el derecho al agua se ha sobreotorgado

más de tres veces la cantidad que trae el río; en Copiapó

esa cifra asciende a ocho.

-Eso ha generado, evidentemente, que el río se seque, como

es el caso del río Loa o el río en Putaendo, que no existe hace

seis años- asegura.

La lucha de Villablanca es por evitar el olvido de un derecho

fundamental que en el país funciona a medias: en Chile, el Có-

digo de Aguas de 1981 lo considera un bien social, pero también

económico. Es el Estado quien concede el derecho de aprove-

chamiento del agua a los privados, gratuita y perpetuamente.

Frente a esa legislación, para qué hablar sobre una planifi-

cación de utilización del recurso de manera estratégica. El

panorama es similar para los derechos sindicales, la vivienda

y los derechos de los pueblos indígenas. Ninguno está garan-

tizado en la Constitución de 1980. Otros, como el derecho a

la educación y la salud, están garantizados sólo en parte.

En educación, por ejemplo, se asegura la posibilidad de elegir

entre el sistema público y el privado, pero nada se dice de la

calidad o del acceso preferente que debieran tener los secto-

res más vulnerables. “Queda a medio morir saltando el de-

recho, que es justamente una de las cosas que han levantado

los estudiantes en los últimos años. La calidad de ese derecho

y el derecho de todas las personas a acceder en igualdad de

oportunidades”, sostiene Lorena Fries, Directora del Institu-

to Nacional de Derechos Humanos, INDH.

Una Constitución elaborada en dictadura, sin participación

ciudadana, ni democrática. En Chile, nunca un proceso cons-

tituyente ha sido soberano o deliberante. Frente a este anun-

cio presidencial, el país se juega la oportunidad de contar por

primera vez con una Constitución legítima.

CIUDADANÍA RESTRINGIDA

La historia constitucional chilena es poco alentadora. Todas

las constituciones, “desde los reglamentos constitucionales de

la Patria Vieja hasta la constitución actual, han sido fruto de

los consensos en el seno de las elites dirigentes, de la clase

dominante y la elite política”, dice Sergio Grez Toso, histo-

riador, académico de la Facultad de Filosofía y Humanida-

des de la Universidad de Chile y miembro del Foro por una

Asamblea Constituyente.

Las tres constituciones más importantes, explica Grez Toso,

de 1833, 1925 y 1980, han sido elaboradas en un contexto

“de ciudadanía restringida por sufragio censitario, exclusión

de mujeres y de los analfabetos, persecución y proscripción

política, además de imposición de la fuerza militar”

A la fecha, la carta fundamental de 1980 ha tenido más

de 190 indicaciones que no han modificado su esencia, la

conformación de un Estado subsidiario. “Un traje hecho a

la medida del modelo neoliberal que no ha cambiado desde

1989”, remarca Grez.

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El Paracaídas / Nº 9 julio 2015