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MANUAL DEL DONANTE

¿Dónde hay que "rmar?, ¿con quién se

puede conversar sobre el tema?, ¿Qué

destino le darán a mi cuerpo?, se pre-

guntaba don Patricio Palma.Y siempre

regresaba a su casa en Rodelillo, Cero

Barón, sin respuestas. Recomendado

por una amiga en Estados Unidos, lle-

gó al programa de donación de la Es-

cuela de Anatomía de la Universidad

de Chile.

Ahí, el encargado del programa le ex-

plicó que la donación de cadáveres está

contemplada en el Código Sanitario,

que en su artículo 146 expresa que

“toda persona plenamente capaz podrá

disponer de su cadáver, o de partes de

él, con el objeto de que sea utilizado en

"nes de investigación cientí"ca, para la

docencia universitaria” y otros.

Para formalizar la entrega en vida, bas-

ta con acercarse a la Escuela de Anato-

mía (Avenida profesor Zañartu 1130,

Independencia) o contactarse con los

responsables a través de su portal web.

En el lugar se puede obtener el for-

mulario con la declaración jurada para

rellenar en cualquier notaría. El texto,

que lleva el membrete de la Universi-

dad de Chile, deja expresa constancia

de que la decisión es libre, espontánea

y que se lleva a cabo bajo palabra de

honor. “Al igual que lo que ocurre con

la donación de órganos, acá no se trata

de un tema que resuelva la legislación,

sino la socialización de esa donación”,

dice el doctor Soto.

Cuando se trata de donantes de re-

giones también se puede obtener el

formulario de donación vía correo

electrónico, pero Miguel Soto reco-

mienda, “¡Dónese allá!”. Respecto a

las di"cultades del traslado de un ca-

dáver por rutas chilenas y para que no

se pierda el gesto, insiste en informarse

sobre programas de donación en uni-

versidades locales como la Universidad

de Magallanes, por ejemplo, con la que

anatomía de la Universidad de Chile

colabora permanentemente. “Si es una

universidad del Consejo de Rectores,

mucho más recomendable”, sostiene.

Si bien el trámite debería ser gratuito, las

notarías se deslindan del acto altruista y

cobran su tarifa de legalizar la donación

de órganos. Finalmente se hace llegar el

documento al equipo del doctor Miguel

Soto y se le adjunta una copia de la cé-

dula de identidad por ambos lados para

crear una "cha del donante. Desde en-

tonces, la única obligación de quien dona

su cadáver a la ciencia es socializar su

voluntad entre quienes le conocen para

que llegado el momento, la familia no

se desentienda de su decisión póstuma.

A cambio obtiene una credencial de

donante que es de mayor utilidad para

quienes no tienen familia o viven solos.

El doctor recomienda que con letra

manuscrita se le agregue al dorso al-

guna indicación sobre los deseos del

donante de tener o no un funeral. En

este último caso, se !exibiliza el trá-

mite de donación por expresa petición

del interesado desde ultratumba. “Más

allá de que se pierda o gane un cuerpo,

para nosotros siempre será una pérdida

que se vaya contra la última voluntad

de una persona”, dice.