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Donación de cuerpos a la ciencia

SU CADÁVER TAMBIÉN

PUEDE CONVERTIRSE EN

PROFESOR DE ANATOMÍA

Aunque actualmente no existe un déficit de donantes de cadáveres para investigación en

Chile, los encargados del proceso a nivel académico valoran la apertura del criterio en el país

y lamentan la falta de un trámite más expedito para miles de interesados. “Al igual que lo que

ocurre con la donación de órganos, acá no se trata de un tema que resuelva la legislación,

sino la socialización de esa donación”, dice el doctor Miguel Soto.

Por Javier Salas B. / Fotos: Felipe PoGa

D

e vez en cuando, la solemne clase de anatomía en el au-

ditorio José Joaquín Aguirre de Medicina en la Univer-

sidad de Chile es interrumpida por una visita de honor.

La señora Dubilia pasa a saludar después de sus exá-

menes médicos en el Hospital Clínico y detiene un interesante

relato sobre litiasis vesicular para entregarle berlines al profesor

Miguel Soto, jefe de laboratorio y encargado del programa de

Donación de Cuerpos del Programa de Anatomía y Biología del

Desarrollo del Instituto de Ciencias Biomédicas de la Universi-

dad de Chile. Ante la mirada dura del retrato del médico que le

da nombre al lugar, el maestro les presenta a sus alumnos a una

de las generosas damas que han donado en vida su cadáver para

que ellos tengan de quién aprender en la práctica.

Probablemente, los jóvenes volverán a encontrarse más ade-

lante con la señora de los berlines en la mesa de disección.

Ya sin la pintura de uñas. Desnuda, fría y con esa humectada

perfección del rostro que tienen los cuerpos preparados.

“Siempre les recuerdo a los chiquillos las palabras de José

Joaquín Aguirre, quien dijo que ‘el docente es el cadáver’. Ese

es un mensaje subliminal del cuerpo que te habla de respon-

sabilidad y respeto. Es algo que va más allá de las palabras.

No es necesario decírselo a los cabros, que aunque son jó-

venes y pueden reírse y comentar cosas en el día a día, en

el pabellón son sumamente respetuosos con el cuerpo”. Soto

agrega que ese respeto se ve en el aprovechamiento del mate-

rial que descansa en contenedores y una treintena de mesones

ubicados en el subterráneo del edi"cio.

A 120 kilómetros de ahí, en Valparaíso, Patricio Palma (68),

jubilado y ex trabajador de la morgue del Centre Hospitalier

Universitaire Vaudois en Suiza, recorre por cuarta vez el plano

del puerto buscando alguna notaría donde le informen sobre

el trámite para la donación de su cadáver. Los años de circo en

Europa, donde llegó por su cuenta a los 30 años, le dieron a

entender que el avance de las ciencias médicas descansa sobre

la noble donación de un bien escaso: el cuerpo humano.

“Aunque igual hay dé"cit, allá no hay un temor sobre qué van a

hacer con el cuerpo de uno o el devenir de sus partes. La gente

dona su cadáver porque sabe que es una forma de asegurarle a la

comunidad mejores médicos y procedimientos. También se veía

escasez de donantes, pero era un tema menos con!ictivo”, explica.

Cuenta que en Suiza las escuelas enseñan a los niños que exis-